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«CAMBALACHE» – REFLEXIONES SOBRE EL MUNDO ACTUAL

 

          Existe un viejo tango que lleva por título «Cambalache«. Lo compuso allá por 1934 el maestro argentino Enrique Santos Discépolo, y alcanzó bastante popularidad tanto en su tierra natal como en otros países de habla hispana. Su letra, jocosamente amarga y de pura denuncia social, adquiere hoy, a pesar de los años transcurridos, plena vigencia y una enorme actualidad. Entresaco aquí algunos de sus párrafos más reveladores, aunque toda ella es sumamente acertada:

«Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé …… pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente ya no hay quien lo niegue …… Hoy resulta que es lo mismo ser derecho (honrado) que traidor, ignorante, sabio, chorro (ladrón), generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor! …… Siglo XX, cambalache (negocio sucio), problemático y febril, el que no llora no mama y el que no afana es un gil (huelga explicar el término) …… Es lo mismo el que labora noche y día como un buey que el que vive de los otros, que el que mata o el que cura o está fuera de la ley.»

          Podríamos ampliar el significado del término «cambalache», trasladándolo a nuestra vida actual y asemejándolo a conceptos como el muy español de cachondeo, o al de sin dios, o al de maricón el último, si se me permite la licencia. Y es que en realidad el mundo de ahora, del año 2018, está bastante trastornado. Quizás nunca estuvo sano, por lo que se refiere a muchas de las actividades protagonizadas por nuestra especie, la del mal llamado Homo Sapiens, pero estoy convencido de que nunca antes habíamos llegado con nuestra acción a un punto tan crítico para con nosotros mismos y el entorno natural en que vivimos. Hagamos un breve repaso de algunos de los grandes problemas que aquejan a la Humanidad en estos momentos:

  • Inseguridad, conflictos armados, terrorismo yihadista, tensiones entre las grandes potencias, las amenazas del líder norcoreano, peligro nuclear, estados fallidos, en fin, en los que reinan el caos, la anarquía y los grupos armados descontrolados. La sustitución de Barack Obama hace ahora justo un año por el magnate Donald Trump en la presidencia de la primera potencia mundial no ha contribuido precisamente a la mejora del equilibrio global; más bien lo ha empeorado de manera significativa.
  • Superpoblación. El crecimiento demográfico no se detiene, pese a habérsenos quedado el planeta pequeño desde hace décadas. China e India superan los 1.300 millones de habitantes cada una. A pesar de su extrema pobreza, el África subsahariana experimenta un boom demográfico, una de cuyas consecuencias es la presión migratoria que sufrimos en Europa, y que es muy probable vaya a más en los años venideros. De modo parecido, los U.S.A. padecen el mismo problema con respecto a Centroamérica y Sudamérica. Y esto sucede, no lo olvidemos, cuando el trabajo humano está seriamente amenazado con la automatización y la robotización crecientes.
  • Desigualdades económicas profundísimas, no sólo entre unas naciones y otras, sino también, dentro de los propios estados, entre grandes masas de población en situación de precariedad y/o pobreza y minorías cada vez más poderosas y ricas. La acumulación de riqueza por parte de unos pocos (en términos relativos) ha llegado a niveles absolutamente obscenos.
  • Mientras tanto, la Naturaleza se halla en franco retroceso, debido a la sobreexplotación de los campos, bosques, aguas continentales y mares. La presión demográfica, los vertidos industriales, la acumulación de desperdicios y desechos de todo tipo, la caza y la pesca indiscriminadas, la explotación de todo tipo de recursos naturales, todo ello conlleva el exterminio de especies animales y vegetales. Para colmo, el sobrecalentamiento de la atmósfera, por causa de las emisiones de gases contaminantes, altera el clima, como ya estamos comprobando, provoca inundaciones y también genera grandes sequías, lo que no hace sino empeorar y poner en grave peligro las condiciones de vida sobre la Tierra.
  • Incapacidad de las clases dirigentes, especialmente de los gobiernos, para abordar con eficacia todos estos grandes problemas. Se observa una preocupante ausencia de visión a medio y largo plazo por parte de quienes asumen las mayores responsabilidades políticas. Tampoco se aprecia en la mayoría de ellos inteligencia ni imaginación para cambiar el estado de cosas. Asimismo, albergo serias dudas acerca de sus principios éticos y buenas intenciones, ya que siempre optan por adular a las grandes corporaciones y los más poderosos, antes que escuchar las continuas voces de alarma que surgen del mundo cientifico y las propias sociedades civiles. Volviendo a lo que indicaba en el punto primero, la presencia de un personaje tan discutido y anti-ecológico como Mr. Trump en la Casa Blanca es desalentadora.

          ¿Por qué ocurre todo esto, precisamente cuando «disfrutamos» de la mayor cantidad de información que hubiéramos podido nunca imaginar, cuando las comunicaciones entre cualesquiera puntos del planeta son prácticamente instantáneas, y cuando la evolución científica y técnica no deja de sorprendernos cada día con nuevos logros, adelantos y aplicaciones? ¿Acaso no parece paradójico? Lo cierto es que, a pesar de ello, todos estos avances parecen incapaces de ofrecernos unas perspectivas optimistas acerca de un mundo mejor, más seguro, sano y justo. Se me ocurren algunos motivos que explican el «cambalache» actual, en el que estamos todos enfangados.

          1) En primer lugar, están los todopoderosos intereses económicos por parte de algunos Estados y (sobre todo) de entidades y grandes grupos empresariales, financieros y de comunicación, que acumulan más dinero y poder real que los propios gobiernos nacionales. Frente al poder arrollador de los mercados, hemos podido comprobar la debilidad de las democracias, que han perdido grandes cuotas de independencia y soberanía en este mundo globalizado, una globalización por cierto que nos ha venido impuesta no se sabe bien desde qué instancias superiores y a la que nos hemos tenido que entregar a la fuerza, perdiendo en el camino derechos, capacidad adquisitiva, seguridad y confianza en el futuro. El principio básico por el que todo parece regirse es el egoísmo avaricioso, la búsqueda del máximo beneficio posible; los niveles de acumulación de capital financiero en unas pocas manos han llegado a ser abrumadores.

          2) Paralelamente, las masas de población (naturalmente, de quienes se lo pueden permitir) están de forma permanente empujadas al consumo  de todo tipo de bienes y servicios, por encima de lo que sería necesario y sensato para vivir con normalidad. Las promociones de toda índole, el marketing telefónico, la publicidad, que se cuela por todos los dispositivos imaginables, todos estos medios nos bombardean incesantemente para comprar hasta lo que no precisamos de ningún modo. Ya sé, se me dirá que «es necesario, porque así se mueve la rueda de la economía y circula el dinero». No lo voy a discutir, y menos en el espacio de este post, pero sí quiero dejar muy claro que lo que sí se consigue con este sistema es acelerar el ciclo PRODUCCIÓN-CONSUMO-DESECHOS. De esta manera, contribuímos «con mucha eficiencia» al rápido deterioro del medio.

          3) Otro factor que, a mi modo de ver, explica lo enfermo que está nuestro mundo es el paulatino embrutecimiento de la sociedad, de la gente en general. Me explicaré, antes de que el lector se enfade conmigo. Valores como el amor por la cultura, la edcuación en nuestro modo de expresarnos y relacionarnos con los demás, la filantropía, el sentido de servicio a los otros, la honradez, la nobleza de espíritu, la elegancia y la sobriedad, en suma, todo aquello que nos eleva y nos hace mejores está en crisis. Lo vemos en los programas de TV, a menudo y curiosamente en los de mayor audiencia, en el tipo de cine violento y duro que normalmente se exhibe (¡qué diferencia con el de otras épocas!), en la forma de comunicar ideas y sentimientos por los distintos canales de Internet (Twitter, Whatsapp, redes sociales en general, foros de opinión). Lo vulgar, lo soez, los chismes intrascendentes, las gracietas facilonas, los exabruptos, los insultos y las faltas de respeto son lo que predomina de forma abrumadora en nuestras comunicaciones. ¿Qué ocurre en las aulas y escuelas? Los esfuerzos de maestros y profesores, la inmensa mayoría de ellos bienintencionados, se estrellan contra la pésima educación y la preocupante violencia de muchos chicos y chicas. El resultado es que se pierde un tiempo valiosísimo en intentar mantener un mínimo de orden en las clases, lo que va en detrimento de la calidad educativa. La figura del profesor/a no está suficientemente protegida ni dotada de la necesaria autoridad. La más mínima reprimenda o llamada de atención a un alumno muchas veces es contestada por parte de los airados padres con una gran bronca o incluso una agresión física al educador (esto debería ser intolerable y, al menos aquí en España, se viene permitiendo desde hace ya décadas).

          4) Por último, qué duda cabe que la continua y grosera exhibición de comportamientos vergonzosos y delictivos por parte de responsables políticos, en connivencia con empresarios sin escrúpulos, desmoraliza a la sociedad civil. La corrupción político-económica, que en mi país (España) ha alcanzado niveles insoportables y aún no ha sido plenamente castigada con contundencia, supone un pésimo ejemplo para la gente, y para los más jóvenes en especial. Se lanza el mensaje de que las conductas irregulares y los actos fraudulentos constituyen una vía fácil y rápida hacia el enriquecimiento, en lugar del trabajo honrado y la conducta respetuosa para con los demás. Sí -pensarán muchos-, existe el riesgo de que le pillen a uno, pero es una manera de conseguir pasta en poco tiempo y disfrutar a tope de la buena vida. Además, hasta que se ponga en marcha la maquinaria judicial, ¡fijaos todo lo que podemos «afanar»!

 

A MODO DE CONCLUSIÓN

          Los hombres y mujeres que formamos la sociedad del siglo XXI no podemos seguir caminando a ciegas, como un pollo sin cabeza. Tenemos que ser muy conscientes para discernir con claridad en qué punto nos encontramos, en términos temporales, y adivinar qué peligros globales nos acechan a la vuelta de la esquina, en caso de no aplicarse medidas contundentes y lo suficientemente amplias. En vista de la miopía que afecta a casi toda nuestra clase política (por no hablar directamente de mala fe en muchos casos), hemos de usar la razón, separar el grano de la paja (entre tanta y tan confusa información), prestar atención a los científicos e intelectuales de prestigio, y no a los charlatanes y cantamañanas, y exigir en definitiva a nuestros representantes políticos que cambien rápidamente el rumbo de nuestra civilización para así conjurar el desastre.

P.D.: A continuación dejo uno de los numerosos enlaces para escuchar el tango que ha inspirado y dado nombre a este artículo:  https://www.youtube.com/watch?v=YYaG2ne-QZM

 

 

 

Enrique Santos Discépolo, poeta del tango y autor de «Cambalache». Allá donde se encuentre usted, ¡un afectuoso saludo, maestro!

 

 

CAPITALISM, GROWTH AND COLLAPSE. A CRITIQUE OF OUR CURRENT ECONOMIC SYSTEM

"Tonsils? Not at all! It's capitalism that is choking you."

«Tonsils? Not at all! It’s capitalism that is choking you.»

A quick introduction to the problem

          Current ideas such as economic growth, competition, investment profitability or profit maximization, keep a strong relation with our present day economic system. All of them are taken for granted without taking into consideration the particular philosophy that supports those concepts. Capitalism is founded on an endless search for profits, on increasing sales figures and business size, and on opening new markets. In other words, on exploiting and speeding up as much as possible the cycle:

PRODUCTION →→ SALES →→ PROFITS

          It’s good to remember that a company can only grow and increase its profits (which is its main purpose) in three ways:

1 – Through a “natural” expansion in its market, basing on a growth of their potential customers and buyers.

2 – Because of decrease, or even complete elimination, of their business competitors, in such a way that the losses of someone become the profits of others.

3 – Making a continuous and special effort in order to persuade costumers to increase their purchasing rate in a compulsory manner. The company achieves this target employing all its promotional and advertising resources, encouraging consumerism: people buy goods and services on a bigger rate than common sense and strict needs would advise them.

          In real life these three ways of enterprise growth work together among themselves. The economic system looks like a huge game board that spreads all over the planet, and companies behave as individual gamblers who compete and fight one against the other, not only to survive but also to try become bigger in size, more profitable and more competitive than the opposite ones. As a matter of fact, our world is objectively described so, and game rules are never even discussed.

          But now, in the first decades of the XXI century, we can easily notice that the game board, our own world, has become very small, and also that natural resources are showing clear signs to go running. If we do a little exercise of history, we’ll soon agree that at the beginning of Industrial Revolution, when capitalism began to expand and grow, there were no limits to the incipient economic development. When mass production started, after the steam machine introduction, when the first railway lines were laid, when the international trade acquired a significant dimension, and when the main banks increased their business size (more or less since the XIX century thirties), there were still huge unexplored territories on planet surface, land and sea resources were unlimited, horizon of chances was quite broad, and human activity was still too small to cause any serious damage to Nature. Western civilization, based on industrial production, spread over the world without any significant handicaps, with only exception of some natural disasters, local conflicts, colonial wars or increasing rivalry among the European powers.

          In XX century, that rivalry among states caused a couple of devastating world wars. Both of them gave rise –as an indirect consequence- to an amazing advance in science and technique knowledge, which was applied first and mainly to weapon systems. Once the II World War finished, western countries began again to experience a long period of development and economic welfare, which was this time enjoyed by wide population sectors. However, the first alarm signals began soon to be felt, when water and air pollution reached high and threatening levels. Suddenly, this fact led us to see our world very much smaller and more fragile and unsafe than before. Another phenomenon such as cold war, the risk of a nuclear conflagration, overpopulation in underdeveloped countries and the first oil crisis, contributed to increase this new feeling. The future for human being started to become uncertain, at least in middle and long run.

          Some years later, the communist regimes of Russia and Eastern Europe got collapsed. Although this fact was taken up as a victory for political and individual liberties, it also meant that several preexisting obstacles that stood opposite to liberal economic thought disappeared in a flash. As a consequence of it, liberal economic approach, passionately upheld by Milton Friedman and the Chicago’s school, found the open field for its definitive spreading. So we got to last years of XX century and first years of present century, during which productive and manufacturing economy (based on unlimited consumerism), financial economy (free from regulations and control) and globalization have worked together to reach this regrettable result: an overpopulated planet, very unbalanced concerning the welfare level of its inhabitants, seriously contaminated, and with a clear shortage of all kinds of nature resources, which Earth is no longer able to regenerate at the same rate are used, got dirty and thrown away by men. We have reached the limits, or we have rather gone beyond them, thanks to our blind and frantic activity. Till now we thought markets, businesses, and consumption of resources were endless, but suddenly we have realized it cannot go on so (to make the matter worse, many politicians and businessmen still think that old way, which turns the problem into something even more difficult to solve). The Earth, a finite and small planet, has settled a natural limit to economic growth. The longer we go without accepting it and taking enough measures all over the world, the greater disasters wait for us.

          Someone could think that, as the markets cannot grow more, the unique possibility would be then a predatory growth at the expense of the others, either competitors or just single consumers. In other words, the rule would be: I earn money because you lose; I prevail as far as you disappear. Well, reality isn’t indeed very different to this devilish and unsupportive idea. In next chapter we are going to analyze a bit more slowly questions like money, price of money (financial interest), banks activity and finance markets, all of them belonging the very heart of capitalist system operation.

Wall-Street

A critique of current capitalism financial basis

          As everybody knows, banks lend money with the purpose of recovering the capital and earning certain interests, as a reward for their services. Banking business will run well insofar as their customers, the borrowers, prosper and are able to return the received amounts and also the interests. This will be only possible if these customers generate enough money in their own businesses or working as employees, always over what they must keep to satisfy their basic needs. In short, and simplifying the cycle as much as possible, the financial system will run well within a suitable economic scenery for everyone, that is, in an expanding economy. Banks themselves act to speed the process up by means of the well-known money creation device, through consecutive credit and loans operations. To tell the truth, this is an accounting trick that enlarges money quantities that appear in current accounts, but it doesn’t mean a real increase in the amount of circulating cash (coins and banknotes) issued by the central bank. We may then come to the conclusion that banking and finance system is closely related to growth of available monetary mass and, because of it, to a continuous inflation in prices. These are objective facts, sufficiently demonstrated by a number of scientific studies, but it wouldn’t be practical here to make a deeper analysis about the full process.

          Now, as economic history and reality itself teaches us, this expansion cannot keep on forever along the time. Sooner or later an economic crisis and a liquidity shortage take place, both of which lead to a market contraction, more or less deep, and almost always temporary (till now). There are many possible and direct reasons for a crisis, but the process usually follows these patterns: demand of goods and services falls under production levels, which leads to surplus products and storage increases. Because of sales drop, wages become frozen or come down, or even employment level decreases. People directly concerned by salary reduction give up buying many commodities and/or paying back their loans. Defaults damage finally the banks themselves, which start to have problems in recovering lent amounts and receiving the corresponding interests. Bankers, taken by surprise (well, this is just an ingenuous way of saying it), become much more careful at the moment of lending their capitals, so that they finally approve their new loans and credits only when the person or enterprise involved offers a full warranty to return the borrowed capitals back. In other words, those people and companies owning the biggest fortunes and/or the most profitable businesses. After all, this is quite logical, because banks always look for the maximum profitability and, at the same time, they try to avoid risks, delays in payment and defaults. Everyone who is now reading this text could tell me this behavior is entirely reasonable, isn’t it? The reader will probably think bankers couldn’t operate in another way. Well, the true problem consists in that, according these working rules, bankers only support and encourage some economies, and condemn others to marginality and failure, either individual people, small and big enterprises, or even governments and states.

          In fact, the whole process we’ve just examined and that happens on a small scale, can also be seen on a big scale, especially during last decades, with globalization and strong development of financial markets. In these capital markets, fabulous amounts of money move daily up and down (through single entries on accounts, not to be forgotten), always seeking the highest possible profitability. Actually, the global financial capital, which brokers are speculating with each second at a rate and in sums almost unimaginable, does no longer represent a real monetary measure for the whole goods and services produced and sold all over the world. This is already happening this way since many years ago, after deregulations introduced by Reagan and Thatcher administrations. Finance economy is divorced –and also very far away- from real or productive economy. The former has grown to such a size that keeps itself out of governments and central banks control, only providing profits to a small bunch of capitalists, stock owners, big banks and investment funds. Obviously, this privileged group does his best to avoid every type of control and taxes payment; that’s the reason by which tax havens are so appreciate by this little team of extremely rich masters of the world. Certainly, these huge capitals, which don’t ever stop moving away from some countries and continents to another, are also exposed to risks. Their fluctuations and volatile and speculative behavior, always looking for maximum profits, give rise at the end to big bubbles (usually due to valuation surplus mistakes), which end in bursting and causing deep crisis, like the last of 2007/08 years, whose consequences we are still undergoing.

          Unfortunately, we know well what happens just after this kind of crisis. Behind the pretext of “giving protection to the fragile financial system” and to avoid by all means the failure of big banks, arguing the possible risks for the whole economy (real risks, of course, but undoubtedly overestimated facing society), the governments themselves waste no time in providing huge amounts of public money to bankers, in order to save their “precarious” situation. We also know very well the consequences that follow this undercapitalization concerning governments and states: hard cuts in all social protection and welfare systems, which damage seriously all citizens. These harmful effects come together with those ones derived from credit shortage, directly caused by crisis itself, not only for families but also for productive enterprises. In fact, the last ones reduce their investments, sell fewer quantities of products and services, and finally generate unemployment. However, damages don’t yet end at this point. Paradoxically, the governments themselves, who had offered so mildly their own resources to bankers, are now much more trapped into debt by aggressive finance market agents, who have taken advantage of the situation and have become the main owners of sovereign debt issued by governments. What an ironic process, isn’t it? As we use to say in Spain, that’s enough to burst into tears (esto es como para echarse a llorar).

          As a summary and conclusion for this paragraph, we are able to reaffirm that greed and profit pursuit by capital owners is actually unbounded and harmful –something we already knew-. But, besides it, the big capital has become a too powerful entity, almost impossible to face up to it. Governments and central banks stay in a weaker position versus the big Capital-God, and accept his demands with gentleness. The question now is no longer to punish a single person or a little enterprise for a delay or a default in paying a debt. No, what now happens is that financial markets rule the governments and states themselves, which have lost their own sovereignty and have no choice but to accept the money lenders conditions. This dependence on banks and financial markets is so strong that governments are able to sacrifice EVERYTHING as long as giving the borrowed capitals (and interests) back to their owners. Governments like ours –the Spanish one- cannot support themselves with their own generated resources, and are obliged to keep on asking for new capitals over and over again, not simply to invest in productive projects and grow, but only to return capital and interests, as continuous debt issues arrive at their maturities. Regrettable scenery, isn’t it?

          And yet our politicians, distinguished servants of this system, let themselves to insult our intelligence and to show a great insolence when they support some ideas –deeply false indeed- such as “private business management is always more efficient than public one”, which helps them to dismantle and remove under our noses the welfare state that we all have been building for a lot of years, with effort and solidarity. This sentence is one of the last false samples coming from that liberal classic economy school, the same one that tried to make us believe in the famous “invisible hand”, able always to restore the market balance, between demand and supply, as if it was a quasi-religious postulate.

CAMBIO CLIMATICO

Global degradation of natural environment and increasingly scarce resources

          We’ve already understood that current capitalist system, under a financial point of view, is a complete madness. It cannot lead us towards anything good (a “dystopia” perhaps, as we have seen many times in science fiction movies and literature?). But we must also take into account that world economy, as every other human system, stays and develops on Earth, a planet that has become dangerously small compared with the aggressive predatory activity carried out by human being, as I myself upheld it in the introduction.

          In fact, as a direct consequence of both our economic development model and our demographic growth, the whole nature resources – air, water, fertile land, fishing- are bearing such an excess in exploitation and a rate of deterioration that Nature isn’t yet able to regenerate itself. Our waste and remainders, either organic or inorganic, mean an awful menace for environment, in spite of all laudable and necessary attempts which are being developed to recycle the waste (especially in the more advanced countries, not yet in the remaining world). Gas emissions are changing climate all over the planet, and this process is entirely beyond doubt among scientists and experts on the subject. Despite the limitation of their fields, we keep on using at a massive rate oil, coal and natural gas, and therefore our atmosphere keeps on being contaminated. Zoological species disappear and natural habitats are destroyed; Earth biodiversity suffers an irreparable damage within a very short period of time, after hundreds of million years of continuous evolution. Men fight among themselves in order to exploit the decreasing fishing resources in oceans, which cannot support the rate of captures, and at the same time plastic remains settle on the bottom of the seas in a frightening way; we know well plastic doesn’t degrade biologically, though this material becomes divided again and again in smaller pieces, till microscopic fragments, and so it gets part of diet for almost whole living beings in oceans (and finally for people themselves).

          I realize how all these things sound uncomfortable. The catastrophic connotations are more than obvious, but we can’t anyway afford to stand unaware of these questions. The real state of Nature on our planet isn’t at all optimistic, and we must know and take on it, as a first step before any decisions and actions to try its recovery. First of all, we have to be conscious that the serious environmental degradation comes from:

1 – The huge pressure of increasing human overpopulation.

2 – The excessive and unbalanced rate of consumption, derived from the high standards of life in the most developed countries of the world. And at this precise point capitalism behaves as a big predatory power over natural resources of the planet, through its own economic system (including consumerism) based on growth, as we have seen before.

Superpoblación

Need for demographic control and deep changes in consumption patterns

          First of all, let us look at vegetative growth in global population. When I myself went to school, there in the XX century sixties, the whole population of our planet was calculated in about 3.000 million people. At the beginning of current year 2014, the number had already reached 7.200 million. And, according to last estimations, within only 35 years -in 2050- global population could approach to 11.000 million people! The biggest part of this dramatic increase would concentrate in Sub-Saharan Africa, India, other countries of Southeast Asia and South America.

          If we don’t soon adopt vigorous decisions, the new imbalances, migratory pressures, and all kind of conflicts will have an awful dimension, rather difficult to imagine. Nowadays in Spain, placed in the southwest corner of Europe, only a few miles from Morocco coast, we are already bearing a lot of frontier problems, due to illegal immigration that goes into Ceuta, Melilla, Andalusian seashore and Canary Islands. But in future these problems could be considered simply anecdotic compared with possible rush of people within few decades. I’d rather not think about it. If we really don’t want to face such big problems, we’d better settle, as soon as possible, all the necessary measures in order to restrain and stop the growth of global human population.

          With regards to the second factor, mentioned at the end of last section, it is evident that we must also take decisions to reduce our levels of consumption, not only of energetic resources but also of all sorts of products. At the same time, we have to decrease waste generation to tolerable amounts. Along last years, politicians and people in general are often using the term “sustainable development”, but in my opinion even this concept is unappropriated, as long as it makes reference to development and growth ideas. We must go to another mentality. We have to change radically our living way, our ideas about welfare, our laws, our politics, our living philosophy … and of course our economic system. We must definitely put a stop to capitalism based on an endless growth, a blind exploitation of natural resources, consumerism and pursuit of maximum profits. From now on, economic science will have to walk strongly joined to Ecology, to responsibility, moderation, comprehensive recycling, and use of clean and renewable energy sources.

          The man, who has been able to achieve fabulous steps forward in science and technology, besides breathtaking works of art and literature masterpieces, faces now to what will be perhaps the main  of all his challenges: to control himself and to prevent his particular way of life endangering his own survival on the planet of his birth.

Fernando Orihuel Alonso, Economist (Madrid, Spain)

CAPITALISMO, CRECIMIENTO Y COLAPSO. UNA CRÍTICA A NUESTRO SISTEMA ECONÓMICO

 

La Tierra enferma de capitalismo (980x262)

 

Una rápida introducción al tema

          Conceptos como el crecimiento, la competencia, la rentabilidad de las inversiones, o la maximización de beneficios están indisolublemente asociados a nuestro sistema económico actual, y se aceptan con la mayor naturalidad, la mayoría de las veces sin molestarnos en penetrar lo más mínimo en la peculiar filosofía que subyace tras todos ellos. El capitalismo está fundamentado en la búsqueda continua de beneficios, en incrementar las ventas empresariales, en engrosar las cifras de negocio, en abrir nuevos mercados, en definitiva en explotar y acelerar lo más posible el ciclo PRODUCCIÓN —->> VENTAS   —->> BENEFICIOS.

          Hay que recordar que una empresa o sociedad mercantil sólo puede crecer y aumentar sus beneficios, lo que constituye su principal razón de ser, de tres maneras:

– Por medio de una expansión «natural», debido al crecimiento de su base de compradores y clientes potenciales, es decir, de su mercado.

– A través de la disminución, o desaparición, del negocio de sus competidores, de manera que las pérdidas de unos supongan los beneficios de otros.

– Realizando un esfuerzo especial y continuado para que sus compradores y clientes incrementen forzosamente su ritmo de compras, normalmente por medio de recursos publicitarios y/o promocionales. En suma, fomentando el consumismo, que es lo que ocurre cuando se compran bienes y servicios a una tasa superior a lo que dictan el sentido común y las estrictas necesidades de la gente.

          Estas tres vías de crecimiento empresarial se entremezclan en la vida económica real, que se comporta como un juego gigantesco de dimensiones planetarias, en el que las empresas actúan como agentes individuales que compiten y pugnan entre sí, no ya para sobrevivir, sino para intentar ser siempre más que los otros, más grandes, más rentables, más competitivos. Objetivamente, esto es así, y nunca nos ponemos a discutir su idoneidad.

          Lo que ocurre ahora, en las primeras décadas del siglo XXI, es que el tablero de juego, el mundo en definitiva, se ha quedado pequeño y los recursos naturales de éste están dando claras señales de agotamiento. A partir de la Revolución Industrial y del auge y expansión del capitalismo, en la práctica no había apenas límites para el incipiente desarrollo económico. Cuando comenzó la producción en serie, con la introducción de la máquina de vapor, empezaron a tenderse las primeras redes ferroviarias, el comercio internacional adquirió un volumen importante, y las entidades bancarias experimentaron un gran aumento en el volumen de sus negocios, más o menos desde los años treinta del siglo XIX, todavía existían en en planeta inmensos territorios sin explorar, los recursos que nos brindaban tanto la tierra como el mar eran inmensos, los horizontes de posibilidades eran ilimitados, y la actividad del hombre aún era muy pequeña como para causar daños irreparables a la Naturaleza. La civilización occidental, basada en la producción industrial, se fue expandiendo sin más obstáculos que los de algún que otro desastre natural, los conflictos armados locales, las guerras coloniales y la creciente rivalidad entre las distintas potencias. En el siglo XX, esta rivalidad entre Estados originó dos grandes guerras mundiales devastadoras, las cuales sin embargo dieron lugar -digamos que indirectamente- a un avance espectacular a nivel científico y técnico, aplicado en principio a los sistemas de armamento. Tras el fin de la segunda guerra mundial, se reinició en el mundo occidental un largo período de desarrollo y bienestar económico que se extendería a amplias capas de la población. Pero pronto empezaron a sentirse las primeras señales de alarma, cuando la contaminación de las aguas y de la atmósfera revistió niveles bastante preocupantes. Otros hechos graves, como la guerra fría, el peligro de conflagración nuclear, la superpoblación de países en vías de desarrollo, la crisis del petróleo, nos hicieron ver que el mundo se había empequeñecido, se había convertido en un lugar más inseguro, y el futuro más o menos inmediato empezaba a ser bastante incierto.

          Poco más tarde, la caída de los regímenes comunistas tras el telón de acero, si bien se vivió como una victoria de la libertades políticas e individuales, supuso también que se cayeran de golpe todas las barreras para un tipo de pensamiento económico que parecía prevalecer y tener todo el campo libre para su expansión definitiva: la economía neoliberal, que tuvo en Milton Friedman uno de sus más ardientes defensores. De manera que así llegamos al final del siglo XX y principios de éste, en el que no sólo la economía productiva, fundamentada en el consumismo ilimitado, sino también la economía financiera, despojada de regulaciones y limitaciones (todo ello aderezado con la globalización), han dado lugar a un planeta clarísimamente superpoblado, muy desigual en cuanto al nivel de bienestar de su habitantes, gravemente contaminado, y con una escasez palpable de todo tipo de recursos naturales, que la Tierra ya es incapaz de regenerar al mismo ritmo en que éstos son usados, ensuciados y desechados por el hombre. Hemos llegado al límite, o mejor dicho, lo hemos traspasado con nuestra actividad ciega y frenética. Creíamos que los mercados, los negocios, el consumo, el uso y disfrute de los recursos, eran ilimitados y nos hemos percatado (algunos de momento, no todos, lo que añade gravedad al problema) de que todo ello ya no es posible. La Tierra, un planeta finito y ciertamente pequeño, ha impuesto un límite natural al crecimiento económico. Cuanto más tardemos todos en aceptarlo y adoptar medidas de todo tipo y a escala mundial, mayor será el desastre que nos aguarda.

          Alguien podría pensar que, puesto que el mercado ya no puede expandirse más, quedaría como alternativa el crecimiento depredador, a costa de los demás, ya sean competidores o meros consumidores. En resumen: yo gano porque tú pierdes, yo prevalezco porque tú desapareces. Bien, pues la realidad no anda muy lejos de esta idea tan perversa y tan insolidaria. En el siguiente capítulo vamos a detenernos un poco más en cuestiones como el dinero, el precio del mismo (el interés financiero), la actividad de los bancos y los mercados financieros, todo ello en el mismo corazón del funcionamiento del sistema capitalista.

Wall-Street

 

Una crítica a los fundamentos financieros del capitalismo actual

          De sobra es sabido que los bancos prestan dinero con el objeto de recuperar el capital y percibir, como pago de sus servicios, unos intereses. El negocio de los banqueros y prestamistas irá bien en la medida en que sus clientes (los prestatarios) prosperen y puedan devolver las cantidades prestadas más los intereses, lo cual a su vez sólo será posible si estos mismos clientes generan suficiente dinero (por encima de lo que precisen para atender sus necesidades básicas) en sus negocios privados o como empleados por cuenta ajena. En resumen, y simplificando al máximo el esquema, el sistema financiero funcionará correctamente en una realidad económica favorable para todos y en expansión. Los propios bancos ya se preocupan de acelerar el proceso mediante el muy conocido mecanismo de creación de dinero a través de los préstamos o créditos sucesivos, que en realidad no es más que un artificio contable, pero real, aunque esta expansión de la masa monetaria no se corresponda estrictamente con una mayor cantidad de papel-moneda en circulación. Observamos pues que el sistema bancario y financiero está íntimamente ligado a la expansión de la masa monetaria y, por ende, a una inflación continuada de los niveles de precios. Esto es un hecho suficientemente contrastado y que ha sido objeto de infinidad de estudios que lo corroboran, si bien aquí y ahora no sería práctico analizar a fondo los mecanismos subyacentes.

          Ahora bien, como la propia realidad y la historia económica nos enseñan, esta expansión no puede mantenerse indefinidamente. Indefectiblemente, sobreviene una crisis económica y de liquidez, que trae aparejada una contracción del mercado, de mayor o menor gravedad pero casi siempre temporal (hasta ahora). Muchas pueden ser las causas directas de la crisis, pero el proceso en líneas generales suele seguir estas pautas: la demanda de bienes y servicios cae por debajo de los niveles de producción, se generan excedentes y, como consecuencia de la disminución de las ventas, los salarios se congelan, llegan a reducirse e incluso se pierden empleos. Las economías domésticas directamente afectadas por la disminución salarial dejan de consumir y, también, de pagar sus préstamos. La morosidad termina por salpicar a la banca, que se ve en dificultades para recuperar sus capitales prestados así como la percepción de sus intereses. Los bancos, sorprendidos (es un decir; quizá tan sólo en una fase muy inicial de toda la historia que estamos contando), toman más precauciones a la hora de prestar sus capitales, hasta el punto de que, al final, sólo los prestan a aquellas empresas e individuos que les ofrecen una garantía casi absoluta de devolver los importes tomados a préstamo, o sea, a los más ricos, de mayor patrimonio o dueños de los más prósperos negocios. Lógico, pues a la vez que buscan obtener la mayor rentabilidad a sus fondos, los bancos intentan evitar a toda costa el riesgo , la morosidad y los impagos. Todo ello, se me dirá, es perfectamente razonable, incluso de cajón, ¿no? Lo malo es que de esta manera los bancos sólo apoyan y fomentan la economía de unos y condenan a la marginalidad y a la pobreza a otros, ya sean individuos, empresas o países enteros.

          Todo este proceso que acabamos de repasar y que sucede a pequeña escala, igualmente ocurre a gran escala, con la globalización y el gran desarrollo experimentado en las últimas décadas por los mercados financieros o de capitales. En éstos últimos se mueven a diario cantidades fabulosas de dinero (meros asientos en cuenta, ¡ojo!) a la búsqueda siempre de la máxima rentabilidad posible. En efecto, el capital financiero, con el que se especula a cada instante a una magnitud y frecuencia difíciles de imaginar, ya hace mucho tiempo que no representa una medida monetaria más o menos ajustada de los bienes y servicios reales que se producen y venden en el mundo, La economía financiera está divorciada y muy, muy alejada de la economía real. Ha adquirido unas dimensiones tales que escapan al propio control de los Estados y sus bancos centrales, y sólo benefician a un relativamente pequeño grupo de capitalistas, tenedores de acciones, grandes bancos y fondos de inversión, todos los cuales se preocupan muchísimo de eludir el control y la tributación (de ahi los paraísos fiscales, tan apreciados por este reducido puñado de amos del mundo). Ciertamente, estos inmensos capitales, que no paran de moverse de unos países y continentes a otros, también están sujetos a riesgos. Sus fluctuaciones y su comportamiento errático y especulativo, que sólo persiguen como siempre el máximo beneficio, acaban creando inmensas burbujas (normalmente por excesos y errores de valoración), que terminan por estallar y generar profundas crisis, como la de 2007/08, cuyas consecuencias aún sufrimos todos.

          Pero ya hemos comprobado lo que sucede inmediatamente después. Bajo la excusa de «proteger el delicado sistema financiero» y evitar a toda costa la quiebra y desaparición de grandes bancos, por los riesgos  que ello supondría para toda la economía (riesgos reales, sí, pero seguramente sobrevalorados de cara a la ciudadanía), los propios Estados se apresuran a facilitar ingentes cantidades de dinero público a las compañías bancarias, para salvar su precaria situación. Y, por desgracia, conocemos perfectamente las consecuencias de esta descapitalización por parte de los Gobiernos: severos recortes en todos los sistemas de protección y bienestar social, que perjudican al conjunto de los ciudadanos, y cuyos nocivos efectos se unen a los derivados de la escasez de crédito que la propia crisis ha supuesto para las empresas productivas, que han dejado de invertir, han visto reducirse sus volúmenes de negocio y han creado desempleo a gran escala. Pero es que no acaba aquí la cosa. Paradójicamente, los propios Estados, que pusieron tan dócilmente sus recursos a disposición de las bancos, ahora están bastante más endeudados con los agresivos e insaciables agentes del mercado financiero, que han aprovechado la coyuntura para convertirse en tenedores principales de la deuda pública soberana emitida por los Gobiernos. Resulta irónico, ¿verdad?, si no fuera como para echarse a llorar.

          En resumen y como conclusión de este apartado, nos podemos reafirmar en la idea de que la codicia y el afán de lucro del gran capital (y esto no es demagogia, sino una verdad fundamental) es desmedido e insaciable -cosa que ya sabíamos, por descontado-, y además se constata que éste último se ha convertido en un ente demasiado poderoso como para llevarle la contraria. Los Estados y sus bancos centrales llegan a estar ya en inferioridad de condiciones frente al gran Dios-Capital, ante cuyas exigencias se pliegan mansamente. Ya no se trata sólo de castigar al individuo o al pequeño empresario moroso por el impago o el mero retraso en la devolución de una deuda, ejecutando su hipoteca o negándose a concederle más crédito, sino que ahora se pone de rodillas, metafóricamente hablando, a países enteros, cuya dependencia respecto de los mercados financieros es completa. Tan completa que los Gobiernos son capaces de sacrificar TODO lo que consideren necesario para pagar la deuda a sus inflexibles tenedores. Lamentablemente, los Estados, como es nuestro caso, son incapaces de sostenerse a sí mismos con sus propios recursos generados, y se encuentran en la tesitura de seguir pidiendo nuevo capital una y otra vez, no ya para poder invertir en algo productivo y crecer, sino simplemente para poder ir devolviendo capital e intereses, a medida que vayan venciendo sus continuas emisiones de deuda pública. Triste panorama, ¿no es así?

          Y aún nuestros gobernantes, lacayos distinguidos del sistema, tienen la desfachatez de insultar nuestra inteligencia con ideas tan poco originales y tan profundamente falsas como  esa de que «la gestión privada siempre es más eficiente que la pública», lo que les sirve de excusa para desmontar ante nuestra propia cara el estado del bienestar que se ha ido construyendo poco a poco y con el esfuerzo y la solidaridad de todos. Es una de las últimas expresiones falaces de aquella misma ideología liberal clásica que nos intentaba convencer de la existencia de una «mano invisible»  que restauraba siempre el equilibrio de los mercados, entre la oferta y la demanda, como si de un postulado cuasi-religioso se tratara.

CAMBIO CLIMATICO

Degradación a gran escala del medio natural y creciente escasez de recursos

          Hemos podido ver que, a nivel estrictamente financiero, el sistema capitalista actual es una completa locura, que no puede conducir a nada bueno (¿quizás a una distopía, como las retratadas en la literatura y en el cine de ciencia ficción?). Sin embargo, sucede también que la economía mundial, como sistema humano que es, se asienta sobre un mundo real, sobre un planeta que, como ya decíamos en la introducción, se ha quedado peligrosamente pequeño para la implacable actividad depredadora que en él se desarrolla.

          En efecto, como consecuencia de nuestro modelo de desarrollo económico y productivo así como de nuestro crecimiento demográfico, los recursos naturales, el aire que respiramos, el agua que bebemos, la tierra fértil, los recursos marinos, están sufriendo un exceso de explotación y un grado de deterioro que exceden la capacidad de la propia Naturaleza para regenerarse. Los desperdicios, tanto orgánicos como inorgánicos que generamos representan una gravísima amenaza para el medio ambiente, pese a los loables e imprescindibles intentos que se llevan a cabo para reciclar y reutilizar los desechos (sobre todo en los países más desarrollados; no así en el resto del mundo). Nuestras emisiones de gases  están alterando el clima del planeta, mediante un proceso que está fuera de toda duda entre los científicos, expertos y conocedores del problema. El petróleo, el carbón y el gas natural, pese a las limitaciones de sus yacimientos, continúan utilizándose de modo masivo y, por tanto, contaminando y deteriorando la atmósfera. Se extinguen especies zoológicas y se destruyen hábitats naturales, causando un daño irreparable a la biodiversidad de la Tierra, fruto de cientos de millones de años de evolución. Nos peleamos por explotar los cada vez más escasos caladeros de pesca de los océanos, que no pueden resistir el ritmo de nuestras capturas, al tiempo que los fondos marinos van acumulando de forma alarmante diminutos residuos de plástico, material del que sabemos que no se degrada biológicamente, pero que sí se deshace y fragmenta hasta niveles microscópicos, pasando a formar parte de la dieta de todos los organismos vivos del medio marino (y al final del propio ser humano).

          Sé perfectamente que recordar todo esto resulta desagradable, por sus inevitables e inquietantes connotaciones catastróficas, pero no nos podemos permitir el lujo de obviarlo. La realidad del estado de la Naturaleza de nuestro planeta no es en modo alguno reconfortante, y tenemos la obligación de conocerla y asumirla, como paso previo a cualesquiera decisiones y actuaciones encaminadas a intentar su recuperación. Y hemos de ser conscientes de que la grave degradación medioambiental que estamos provocando tiene dos causas fundamentales:

1 – La enorme presión ejercida por la creciente superpoblación humana.

2 – El nivel de consumo, excesivo y desigual, derivado del estándar de vida de las poblaciones del mundo más desarrollado. Y es aquí precisamente donde el capitalismo actúa como una gran fuerza depredadora sobre los recursos naturales del planeta, a través del sistema económico inherente a él (incluido el consumismo) y basado en el crecimiento.

Superpoblación

Control demográfico y cambios profundos en el modelo de consumo

          Acerca del primer factor mencionado al final del apartado anterior, el del crecimiento vegetativo de la población mundial, simplemente diré que en los años sesenta del pasado siglo, cuando este servidor de ustedes se hallaba en su etapa escolar, se estimaba una población total de unos 3.000 millones de personas. A principios de 2014, las estadísticas calculaban ya la población en 7.200 millones. Pero es que recientes previsiones realizadas por expertos en demografía estiman que para el año 2050, tan sólo dentro de unos 35 años, podríamos estar en torno a los 11.000 millones de seres humanos. Y, según parece, la mayor parte del incremento sobre las cifras actuales se concentraría en el Africa subsahariana, India, otras regiones del sudeste asiático y Sudamérica.

          Si no se actúa pronto y enérgicamente, los desequilibrios, las presiones migratorias y los conflictos de toda índole que se nos avecinan serán de una envergadura difícil de imaginar. En el caso concreto de España, situada en el flanco sur de Europa y a pocas millas del continente africano, los problemas fronterizos que ahora estamos padeciendo con la inmigración ilegal que penetra por Ceuta, Melilla, Islas Canarias y costas andaluzas podrían llegar a ser puramente anecdóticos, en comparación con las posibles avalanchas futuras. Casi prefiero no imaginarlo. Por la cuenta que nos trae a la humanidad entera, más nos valdría empezar cuanto antes a adoptar todas las medidas que sean necesarias encaminadas a contener el crecimiento de la población mundial.

          Por lo que se refiere al segundo de los factores mencionados, está claro que también es imprescindible tomar decisiones tendentes a reducir los niveles de consumo, tanto de energía como de productos de todo tipo, así como a disminuir la generación de residuos a tasas tolerables. En los últimos años, se viene utilizando mucho el concepto de «desarrollo sostenible», pero incluso este término no resulta adecuado, en tanto en cuanto sigue hablando de «desarrollo» y «crecimiento». Hay que ir más allá. Hemos de cambiar radicalmente nuestros hábitos de vida, nuestro concepto del bienestar, nuestras leyes, nuestra política, nuestra filosofía de vida, …… y por supuesto nuestro sistema económico.  El capitalismo fundamentado en el crecimiento continuado, en la explotación ciega de los recursos, en el consumismo y en la obtención a toda costa del máximo beneficio económico, tiene que llegar a su fin. En adelante, la Economía habrá de ir estrechamente ligada a la Ecología, a la responsabilidad, a la moderación, al reciclado integral, al uso de energías limpias y renovables.

          El ser humano, que ha sido capaz de lograr avances espectaculares en todos los campos de la ciencia y de la tecnología, tiene ahora ante sí el que quizás sea el mayor de todos sus desafíos: controlarse a sí mismo y evitar que su forma de vida ponga en peligro su propia supervivencia sobre el planeta que lo vio nacer.

Fernando Orihuel Alonso (economista)

Madrid

NOTA FINAL: El breve ensayo que acabo de exponer no es, en rigor, un trabajo científico. Está basado en la observación de la realidad a través de los medios de comunicación más habituales: periódicos, revistas, documentales, Internet. Opino que sería muy conveniente desarrollar con mayor profundidad todas mis afirmaciones y conclusiones, apoyándolas con sólidos datos objetivos debidamente contrastados. Debido a su envergadura, lo más adecuado es que asumiera la tarea un equipo de investigación formado por especialistas en varias materias (economistas, estadísticos, expertos en demografía, Ecología, etc.), capaces de desarrollar como se merece todo lo que aquí modestamente se indica. Dejo el guante encima de la mesa.

DÉFICIT PÚBLICO. SR. MONTORO, A VER ESAS CUENTAS

Cristóbal Montoro sonriente

          Ayer viernes (¡por fin!), el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro daba a conocer las cifras del déficit público del Estado español en 2013. Personalmente, me llama mucho la atención que hayan tenido que transcurrir 3 meses desde final de año para que se pueda conocer en público esta información. Recuerdo muy bien que, cuando se produjo el cambio de Gobierno a finales de diciembre de 2011, con el gabinete de Rodríguez Zapatero como saliente, pasaron muy pocos días para que este mismo señor Montoro, entonces flamante nuevo ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, comenzase a rasgarse las vestiduras (es una metáfora) y a proclamar a los cuatro vientos que el objetivo de déficit entonces impuesto por la Unión Europea para aquel año 2011 iba a ser ampliamente rebasado por la realidad. Me parece que las estadísticas de la contabilidad nacional estaban entonces mucho más adelantadas que ahora, lo que sirvió al nuevo equipo de Gobierno del PP para censurar y desprestigiar al ejecutivo socialista anterior, en un grado superlativo y a pocas semanas de asumir el poder. Habrá quien me diga que no sea tan mal pensado.

          Pero vayamos a los datos de ahora, los de 2013, cuando ya se han cumplido dos ejercicios completos de Gobierno del Partido Popular. El déficit público total (o sea, el desfase entre los gastos y los ingresos del Estado español) ha quedado algo por encima de los 66.000 millones de euros, lo que supone un 6,6% sobre el PIB. Si incluyésemos las ayudas a la banca, la cifra se elevaría a un 7,1%. Por su parte, el objetivo último fijado por Bruselas era del 6,5%, con lo que el dato real «sólo» lo ha sobrepasado en una décima. Hay que recordar, sin embargo, que el objetivo se suavizó en gran medida en abril de 2013, pues anteriormente estaba fijado en un 4,5% (lo que, se mire como se mire, era absolutamente irreal e inalcanzable). Echemos un vistazo a este pequeño cuadro comparativo:

[Datos en % sobre el PIB]          2011 (Gob.Zapatero)     2012 (Gob. Rajoy)     2013 (Idem)

Objetivo                                                         6,0                                        6,3                                    6,5

Déficit (sin ayudas a Banca)            8,9                                        6,9                                    6,6

Déficit (con ayudas a Banca)          9,4                                      10,6                                   7,1

Lo primero que salta a la vista es que, en efecto, el año 2011 dejó una desviación considerable con respecto al objetivo establecido por la Unión Europea. Ahora bien, podríamos preguntarnos si las cifras de déficit público de los dos años siguientes realmente han mejorado de una manera sustancial. Tras el primer año de gestión del Gobierno de Mariano Rajoy, si bien se consiguió rebajar en 2 puntos el dato básico (6,9%), observamos que si incluimos las ayudas a la banca (muy considerables en aquel ejercicio), la cifra total de déficit público se disparó en realidad hasta un 10,6% sobre el PIB, significativamente peor que la del año anterior. Por otra parte, en 2013 el dato básico apenas si ha mejorado con respecto al año precedente (6,6 frente al 6,9 de 2012). Es decir, que se puede ver un cierto estancamiento en lo que a la evolución del déficit público se refiere, lo cual  resulta del todo sorprendente a juzgar por los enormes sacrificios que este Gobierno ha impuesto a la sociedad española, bajo la forma de incremento de la presión fiscal y de importantísimos recortes en las prestaciones sociales y servicios públicos. En otras palabras, ¿se justifica toda esta brutal política de austeridad impuesta desde principios de 2012 tan sólo para reducir poco más de 2 puntos las cifras del déficit, en relación con el último año en que gobernó el denostado Jose Luis Rodríguez Zapatero? ¿Realmente ha valido la pena?

          Hay que considerar también que Bruselas ha ido relajando paulatinamente  los objetivos de déficit público, acomodándolos a la realidad y, de paso, facilitándole las cosas al nuevo Gobierno. Mientras gobernaba Zapatero, la dureza de los objetivos era mucho mayor: 6% para 2011, 4,5% para 2012, y 3% para 2013: una carrera suicida en aras de la austeridad. En estos momentos, la meta del 3% se ha aplazado, por ahora, al año 2016.

               Tres observaciones finales, que intentaré resumir al máximo. Primero, en este año 2013 que acaba de terminar, la Administración Central (es decir, el propio Gobierno de la nación) ha sido la parte más incumplidora del déficit, al finalizar con un 4,5% de desfase entre gastos e ingresos, cuando su objetivo era el 3,8%. Por su  parte, la Seguridad Social y las Comunidades Autónomas han hecho sus deberes bastante mejor: un 1% y un 1,5%, respectivamente. Y los ayuntamientos incluso han terminado en conjunto con un pequeño superávit. ¡Ay, ay, señor Montoro!, dígame de qué presume y le diré de lo que carece.

               Segundo, el PIB español no ha dejado de empeorar en estos dos últimos años. Véase la evolución:

2011……………..1.046 miles de millones €

2012……………..1.029     »                    »

2013……………..1.005     »                    »              (cifra aproximada)

Ahora se nos está asegurando que en 2014 volveremos a crecer, en torno a un 1% o poco más. En fin, ojalá sea así pero, aun siendo optimistas, todavía quedaríamos por debajo de la cifra alcanzada en 2011. Ya veremos.

          Y tercero, el otro gran indicador que mide el endeudamiento del Estado con el exterior, la deuda pública externa, ha experimentado un crecimiento bastante preocupante a lo largo del período analizado:

2011……….0,635 billones de € (60,7% sobre el PIB)

2012……….0,844 billones de € (82,0% sobre el PIB)

2013……….0,940 billones de € (94,0% sobre el PIB)

          Señor ministro Montoro, ¿de verdad hay motivos para vanagloriarse y mostrarse tan satisfechos? Sinceramente, ¿cree usted que, con estas cuentas, nos encontramos mucho mejor que hace 3 años? Tengo serios motivos para ponerlo en duda.

          Hay una cosa cierta en todo este proceso, y es que con el tiempo los criterios se difuminan e incluso se vuelven del revés. Lo que antes era blanco ahora es gris, o incluso negro. Hace dos años, el cumplir o no con los sacrosantos objetivos de déficit era algo de la máxima relevancia y constituía la vara de medir por excelencia a la hora de enjuiciar la gestión económica de un Gobierno. Ahora, las cosas ya no son tan así, por decirlo coloquialmente. Los datos fríos siguen siendo objetivamente malos pero, bueno, pasamos un poco de puntillas sobre ellos. Lo importante es recalcar, de palabra, eso sí, que hemos acabado con los desequilibrios (!!??) y que estamos francamente en el camino de la recuperación. Amén.

 

 

COMENTARIOS AL HILO DE UNAS DECLARACIONES DE OLLI REHN

Comisario Olli Rehn

          En el diario El País de ayer jueves, 23.01.14, aparecía una entrevista al vicepresidente y comisario de Asuntos Económicos de la Unión Europea, señor don Olli Rehn. Voy a ser franco y confesar que tengo cierta fijación con este personaje, que ciertamente no me resulta nada simpático (sentimiento que debo compartir con mucha gente, sin duda). En mi defensa, he de decir que este caballero, junto con otros grandes señores y señoras que están en mente de todos, es uno de los principales responsables de que nuestra economía marche como lo hace desde hace unos tres años, bajo la consigna de la austeridad, el rigor fiscal, los recortes y todo ese enfoque de doctrina económica que en la actualidad emana desde Bruselas, Berlín y Frankfurt y que, desgraciadamente, conocemos tan bien.

          En la mencionada entrevista, el comisario Olli Rehn expone sus particulares opiniones sobre la situación económica europea y española, la marcha de la crisis y las recetas que se están aplicando por parte de la llamada Troika comunitaria (FMI, el BCE y la propia Comisión Europea).  Me gustaría aportar mis ideas, a modo de breves flashes, a medida que el señor Rehn presenta sus argumentos. Vayamos a ello.

Dice Olli Rehn, acerca de su propia actuación: Necesitamos las dos visiones, consolidación fiscal y crecimiento, y España es la prueba de que la Comisión ha intentado combinarlas……

Comentario: Por lo que se refiere al crecimiento de la economía española, me gustaría preguntarle de qué manera se ha intentado hacer, porque yo no veo absolutamente ninguna medida encaminada al estímulo y crecimiento de nuestra economía, ni por parte de la Comisión Europea ni por la  del Gobierno de España, por supuesto.

Poco más adelante, afirma Rehn: Hasta 2012 se hizo indispensable recuperar la credibilidad; cuando las cosas se estabilizaron, suavizamos los objetivos (de cumplimiento de déficit).

Comentario: No es cierto. Se suavizaron los objetivos, aceptando plazos más largos de cumplimiento, cuando se constató que resultaban excesivos, dañinos para la economía e imposibles de cumplir, habida cuenta de que nos encontrábamos sumidos en un periodo de recesión.

Con relación al papel desempeñado por el Banco Central Europeo, el señor Rehn se permite lanzar un puyazo a sus colegas: Con un shock de demanda en plena recesión y con una política fiscal rigurosa, podría funcionar una política monetaria más expansiva……

Comentario: Pues aquí tengo que darle toda la razón. Cuando habla de otros organismos, parece que el Comisario recupera el realismo y el sentido común. Curioso.

Sobre el elevado volumen de deuda pública, asegura Olli Rehn: La dinámica de la deuda pública en Europa se está estabilizando. Hay demasiado pesimismo al respecto……

Comentario: En Europa no lo sé con exactitud, pero en España la deuda pública ha seguido creciendo ininterrumpidamente, hasta el punto de que ha llegado a equipararse en volumen al propio PIB anual. ¿No era este fenómeno una de las cosas que se deseaban evitar con la política de los recortes? Contradicciones de la alta economía, supongo.

Más adelante, indica el señor Rehn: (Sin la intervención del FMI en la Troika)…habría sido mejor poner más objetivos cualitativos, no sólo cuantitativos, con el apoyo de fondos estructurales para paliar los efectos a corto plazo.

Comentario: ¡Vaya! Suena a una especie de lamento o mea culpa. Reconoce que habría que haber compensado con fondos europeos las consecuencias indeseables de una excesiva austeridad.

A propósito de Alemania:    Estamos a la espera de los planes de Alemania, que tiene una especial responsabilidad por su peso en la zona euro……

Comentario: ¡Ay, Alemania, Alemania! ¡Cuántos problemas se hubieran evitado si la Canciller Merkel no se hubiera opuesto frontalmente a la implantación de los eurobonos. Nos hubiésemos ahorrado toda la pesadilla de la prima de riesgo y el gravísimo encarecimiento de la deuda soberana. Alemania no ha sido especialmente solidaria, y además ha sido la principal impulsora de esta política de rigor fiscal y austeridad.

Dice después el Comisario: Los efectos de las reformas se ven en la competitividad, en la exportación, en los indicadores de confianza, en los mercados. Ya hay crecimiento e incluso el paro se ha estabilizado……

Comentario: El crecimiento es  muy débil y exiguo, incluso a nivel europeo. Nada que ver con el que está experimentando la economía norteamericana, por ejemplo, donde la política aplicada es bastante más sensata. En cuanto a España, aún está por ver. El FMI acaba de fijar una previsión de crecimiento de nuestro PIB para 2014 de un 0,6%, algo más optimista que hace unos meses, pero muy pequeña de cualquier modo.

Sobre la crisis y su superación definitiva a largo plazo: España lleva tres años con las reformas y lo normal es que tarde más de 10 años en recuperar las tasas de desempleo que tenía antes de la explosión de la burbuja: arreglar al crisis como la española acaba costando una década.

Comentario: ¿Exceso de pesimismo o ataque de sinceridad? Desde luego, no es esa la visión de Mariano Rajoy y de su Gobierno, para quienes se están percibiendo ya los primeros síntomas de recuperación. ¿Quién es más veraz y creíble en sus afirmaciones?

Insiste en la cuestión el señor Rehn: …desequilibrios tan agudos como los de la economía española (tras el colapso del sector de la construcción) no van a resolverse de la noche a la mañana.

Comentario: Es cierto, pero la cruda realidad es que han transcurrido ya más de cinco años desde aquel hundimiento, y nadie ha tomado medidas positivas al respecto. En otras circunstancias y en otro momento, el Estado tendría que haber tomado cartas en el asunto , estudiando, planificando y fomentando la actividad económica real y productiva en otros sectores. La mentalidad neoliberal imperante ha impedido que el Estado asuma sus responsabilidades en algo tan importante y vital para toda la sociedad, máxime cuando la iniciativa privada se ha mostrado incapaz de llenar el hueco dejado por el sector inmobiliario.

Finaliza Olli Rehn con su frase hecha predilecta: No veo más salida que seguir con las reformas y confiar en una recuperación paulatina……bla, bla, bla.

Comentario: Reformas, reformas, reformas. ¡Cuánto se abusa de la dichosa palabreja! Aparte de las que se traducen en hachazos al estado del bienestar, ¿contemplan este personaje y todos los demás «cerebros privilegiados» otro tipo de reformas? ¿Por qué no son un poco más explícitos y dan el siguiente paso, es decir, concretar el contenido de otras posibles reformas de carácter más positivo y creadoras de prosperidad y empleo? Mucho me temo que estos señores se refugian casi siempre en un lenguaje esquivo y eufemístico para ocultar sus propias incapacidades intelectuales.

Fin de la cita, señoras y señores. Buenos días y buena suerte.

LA INFRAVALORACIÓN DEL TRABAJO, SIGNO DE NUESTRO TIEMPO

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          En el terreno de lo laboral, sin lugar a dudas estamos viviendo unos tiempos canallescos. No sabría decir si esto es así en todo el mundo, aunque me temo que, por causa de la globalización, la respuesta sea afirmativa. Pero por lo que se refiere a España, lo puedo asegurar con toda certeza. La falta dramática de trabajo y el crecimiento desmesurado del desempleo han venido de la mano de otros fenómenos igualmente indeseables: las rebajas en los sueldos y la pérdida del poder adquisitivo, los salarios-basura que ahora se ofrecen a los jóvenes, la inestabilidad e inseguridad en el empleo, la precariedad, el miedo en definitiva. Las consecuencias económicas de todo ello son más que evidentes: los hábitos de consumo e inversión de los españoles han acusado fielmente todos estos fenómenos, y no es necesario insistir ahora sobre ello. Pero lo peor de este proceso es que, al no preverse ninguna salida razonable a la profunda crisis actual (por más cantos de sirena y brindis al sol que recibamos del Gobierno y otras instituciones afines), se ha instalado un desánimo profundo entre la gente que trabaja y la que aspira a trabajar. Estamos comprobando que la presente crisis, lejos de constituir un fenómeno pasajero o coyuntural, ha llegado para permanecer, al menos durante un largo período de tiempo (ya llevamos 6 años).

          En este artículo no pretendo desarrollar en modo alguno un análisis riguroso y exhaustivo de la crisis económica, de sus causas y de sus posibles soluciones, cuestiones sobre las que se han vertido ya ríos de tinta. Lo que me gustaría subrayar es uno de esos fenómenos perversos a los que antes aludía y que acompañan a esta larga etapa de recesión económica y fuerte caída del nivel de empleo. Me refiero concretamente a la tremenda desvalorización que está sufriendo el trabajo humano (y no sólo en la medida de contraprestación económica que recibe a cambio). En efecto, el trabajo que desempeña un empleado , sea del tipo que sea y se desarrolle en un sector determinado u otro cualquiera, ha perdido casi todo su valor, en el sentido de mínimo o nulo reconocimiento por parte del empresario o empleador. El trabajador no se siente ya sólo un número, sino además un número que no vale nada, ya que sabe que puede ser eliminado o sustituido por cualquier otro y en cualquier momento. Este hecho es tremendamente desmoralizador para el individuo, y resulta también sumamente dañino para la vertebración y la cohesión de la sociedad en su conjunto.

          Descendamos a lo concreto. ¿Qué es lo que percibe un trabajador, hombre o mujer, joven o maduro, cualificado o sin cualificar, en estos últimos años? Empezaron con congelarle el sueldo. Luego se lo comenzaron a rebajar. Comprobó con temor y angustia que iban despidiendo a gente de su alrededor. Al mismo tiempo, la carga de trabajo se incrementaba, al disminuir el número de empleados. Le exigían más dedicación y productividad, empezar a trabajar los festivos, doblar turnos, hacer horas extras sin cobrar. En cuanto a libranzas obligadas y vacaciones, se las recortan, modifican o anuncian cuando menos te lo esperas, a lo mejor la misma tarde anterior, según las conveniencias del jefe de turno. Los derechos laborales empiezan a sonar como algo del pasado. Y, al final, si llega la Parca del tan temido y fatídico despido, ni siquiera se toman la molestia de comunicárselo oficialmente, sino que el desafortunado trabajador se entera por una llamada telefónica en fin de semana, un triste e-mail o incluso un simple SMS. Esto, que era inconcebible hace tan sólo 10 o 15 años, se ha convertido en una práctica habitual.

          En resumen, el trabajo, esa actividad humana tan vital y fundamental tanto para el funcionamiento de la economía como para el propio desarrollo y realización de la persona, se ha degradado hasta lo indecible. La dignidad del trabajo y de los trabajadores, algo que está reconocido en la Constitución y en el ordenamiento jurídico, está ahora por los suelos. Esto es una consecuencia directísima de la mentalidad actual de los empresarios, empleadores y directivos en general. Como el trabajo ofrecido es muy escaso, y por el contrario hay siempre un enorme número de demandantes, el empresario se permite el lujo de rebajar las remuneraciones a cifras ridículas y, al mismo tiempo, exigir todo cuanto se le ocurra al trabajador, al que mueve, maneja, quita, pone y cambia sin la menor consideración. Lo más triste del caso es que todo este fenómeno tan perverso sucede con perfecto conocimiento del Ministerio de Empleo y del Gobierno entero, a cuyos representantes se les llena la boca prometiendo empleo estable y de calidad. Pero lo cierto es que el trabajo precario está ganando terreno a pasos agigantados. Lo único que les preocupa realmente a nuestras autoridades laborales es la cifra total del paro; si ésta disminuye aunque sea en pequeña proporción (como nos dicen las estadísticas del INEM en estos últimos meses), se apresuran a cantar victoria y a alabar las «excelencias» de su funesta reforma laboral.

          Nunca podemos olvidar que, detrás de un empleado, hay un ser humano, con sus anhelos, aspiraciones, necesidades, ilusiones, cargas familiares, etc. Un trabajador no es un objeto ni un esclavo, y está suficientemente demostrado que, en un entorno favorable y con la adecuada motivación, su rendimiento, entrega y dedicación pueden dar muchísimo de sí. Naturalmente, todos sabemos que hay vagos, pasotas y malos trabajadores (¿cuándo no los ha habido?), pero es muy fácil distinguir a éstos de los demás en la actividad diaria, y no es de justicia dispensar a todos el mismo maltrato, como norma general y ampliamente aceptada hoy día.

          Se dice que vamos caminando a paso firme hacia los modelos de relaciones laborales vigentes en países como China u otras naciones del sur y sudeste asiáticos. Si esto es cierto, habremos dinamitado casi 150 años de lucha sindical, conquistas sociales y mejoras continuadas en las condiciones de trabajo en el mundo occidental. Y esto, que se resume en una frase o en un par de líneas, tiene consecuencias sumamente graves. Para decirlo de forma simplificada -y ya termino mi reflexión-, creo que sólo caben dos alternativas:

  1. Aguardar pacientemente a que los trabajadores chinos y asiáticos en general empiecen a reconocer sus derechos y a exigir unas sustanciales mejoras salariales y de salud laboral (alternativa que no parece muy realista o, por lo menos, cercana en el tiempo).
  2. Exigir de nuestros gobiernos (español y europeo), como ciudadanos y trabajadores de sociedades democráticas y avanzadas, que se dé un cambio de rumbo y se comiencen a dar pasos significativos y precisos para revertir este proceso de degradación del trabajo. Porque ya hemos comprobado que esta vía sólo nos conduce a un aumento del trabajo precario y mal remunerado, al tiempo que desaparece inexorablemente el empleo estable y los niveles salariales dignos de los que hemos gozado mayoritariamente durante la segunda mitad del siglo XX.

AL COMISARIO REHN LE PREOCUPA NUESTRA TASA DE PARO

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          El Comisario Europeo de Economía, Olli Rehn, durante su última comparecencia pública el pasado viernes 3 de mayo, ha expresado su enorme preocupación ante las escandalosas cifras de desempleo que se están dando en buena parte de Europa, aunque todo el mundo sabe que España, en esta precisa cuestión, se lleva la palma, con gran diferencia sobre otros países vecinos. De cualquier forma, el fenómeno del paro creciente está afectando ya a economías como la italiana, la francesa e incluso la holandesa, cuando hasta ahora todos considerábamos a los Países Bajos como un ejemplo de economía «virtuosa».

          Tras esta constatación, el señor Rehn, al que en razón de su importante cargo yo por lo menos le atribuyo profundos conocimientos de macroeconomía, ha instado a los gobiernos de todos los países afectados (el de España, en primer lugar, claro) a hacer todo lo necesario para corregir este gran problema del desempleo. Pero, según parece, ahí se ha quedado, sin atreverse a avanzar, ni siquiera sugerir, posibles vías de acción para afrontar este problema tan sumamente grave. ¿Por qué el señor Rehn no se esfuerza un poco más y nos ilumina a todos acerca del tipo de medidas que sería preciso adoptar para corregir la tendencia y empezar de nuevo a crear puestos de trabajo? Digo esto más que nada porque es evidente que al menos el Gobierno que preside Mariano Rajoy no tiene ni la menor idea de cómo llevar a cabo esta tarea.

          Resulta bastante chocante que todos los políticos de relieve, tanto en España como en Europa, se escandalicen y se lleven las manos a la cabeza cuando se refieren a las cifras insoportables de paro, y sin embargo nadie, nadie en absoluto, ni dentro ni fuera, es capaz de sugerir siquiera acciones concretas y positivas para solucionarlo. Me parece a mí que todo un Comisario Europeo de Economía, como el señor Olli Rehn, debería «mojarse» un poquito más ante un problema tan grave. Se supone que para eso le pagan, ¿no les parece a ustedes? Sería justo extender también este reproche a ciertos presidentes de gobierno, ministros de economía y ministros/as de trabajo, y no necesito nombrar a nadie.

          Vuelvo a comprobar, por enésima vez, que NADIE tiene los conocimientos y la valentía de coger el toro por los cuernos en este asunto tan preocupante del desempleo. Evidentemente, para que haya más empleo, tiene que haber empresas y empresarios dispuestos a crearlo. Y para ello, tiene que haber una demanda importante y vigorosa por parte de la gente. Y, a su vez, esto sólo se conseguirá si, por un lado, fluye el crédito con mayor intensidad tanto a empresas como a consumidores, y también si los hábitos de consumo se centran más en los productos y servicios «producidos» en nuestros países que los procedentes del exterior. Se imponen pues, entre otras  acciones, medidas de carácter arancelario y de comercio exterior que frenen de alguna manera la entrada masiva de bienes y servicios procedentes de otros continentes o de otras áreas económicas del mundo, fomentando tanto la producción como el consumo internos. La globalización es un fenómeno que ha puesto patas arriba muchísimas cosas, en un periodo de tiempo demasiado breve, pero no olvidemos que no hay leyes ni reglas escritas que nos la impongan, queramos o no. Si a un país como España se lo despoja de buena parte de sus medios de creación de riqueza, simplemente bajo la excusa de que «es más barato comprar ciertas cosas fuera», no haremos más que crear bolsas de paro y pobreza cada vez mayores……en una palabra, lo que está sucediendo ahora mismo.

          Harían bien nuestros gobernantes, españoles y europeos, en reflexionar en profundidad sobre estos temas, y también sobre las consecuencias indeseables de la creciente automatización y mecanización, fenómenos que contribuyen en gran medida a la destrucción de puestos de trabajo. Quizás sería el momento de volver a valorar en su justa medida el trabajo manual y personal. Una sociedad excesivamente automatizada y robotizada, aunque sea el sueño de algunos, condenará irremisiblemente al paro indefinido y a la pobreza a grandes  cantidades de personas. ¿Realmente queremos eso?

A VUELTAS CON LA ECONOMÍA DE LA UE

responsables económicos UE

          El otro día envié un breve comentario  al video-blog del periodista Iñaki Gabilondo en la web del diario El País, pero por alguna razón, probablemente de tipo técnico, no llégó a salir publicado. Y la verdad es que me quedé con las ganas de verlo subido al foro, de manera que vuelvo a transcribirlo aquí, en mi propio blog, un pelín corregido y aumentado.

          Se trataba del rescate a Chipre por parte de la llamada «troika» comunitaria, formada como se sabe por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Las durísimas e inaceptables condiciones impuestas en un primer momento al pequeño país mediterráneo han desatado la indignación no sólo de los propios ciudadanos chipriotas, sino de muchos comentaristas, expertos y economistas de todo el mundo. Incluso el mismísimo Wladimir Putin, presidente de Rusia, se ha pronunciado en términos muy severos sobre las condiciones financieras impuestas por la gobernanza económica comunitaria, si bien hay que reconocer que lo que más mueve a este mandatario es la defensa de los intereses de muchos conciudadanos rusos, titulares de depósitos en los bancos de la isla.

          Independientemente del claro abuso que las autoridades monetarias europeas están cometiendo sobre la economía de Chipre, país que queda en una situación muy precaria, yo quisiera abundar en una idea sobre la que ya me he pronunciado en varias ocasiones. Los responsables actuales de la economía y las finanzas europeas parecen tener una OBSESIÓN ENFERMIZA con las medidas de carácter presupuestario y financiero a la hora de afrontar el problema de la profunda crisis económica que atraviesa la UE (bien es cierto que unos países la sufren con mucha más intensidad que otros). Según estas mentes pensantes y poderosas (véase la fotografía que encabeza el artículo), sólo hay un camino posible para toda Europa, el de la austeridad fiscal a rajatabla, y sólo por medio de ella se llegará un día a la tan ansiada recuperación económica, al crecimiento y al empleo. Esta idea se repite desde hace unos años como un mantra, y dirigentes de «segunda división», como nuestro «preclaro» presidente Rajoy y su equipo, la han adoptado con gran entusiasmo y fe ciega, para desgracia de casi todos los ciudadanos que padecemos su mandato.

          Y he aquí mi reflexión. ¿Por qué demonios los altos dirigentes europeos no se dedican a pensar sobre otro tipo de medidas diferentes a las estrictamente financieras y presupuestarias? ¿Por qué no se les ocurre diseñar políticas de carácter comercial, industrial, productivo y energético? ¿Acaso estos/as señores/as están donde están sólo para imponer medidas de pura austeridad, es decir, recortes y tijeretazos en los presupuestos nacionales, que casi siempre se traducen en severas disminuciones de gasto social, esto es, en sanidad, educación, pensiones y atención social? ¿Todavía no han caído en la cuenta de que aplicar políticas restrictivas sobre una economía en recesión no hace más que agravar el problema? Por Dios Santo, que piensen de una vez cómo se podría estimular la economía real, que es de la que todos comemos y la única que puede asegurar un crecimiento sostenido, un bienestar para la inmensa mayoría de la población, y un hueco digno para Europa en el mundo.

          ¿O es que se han vuelto todos locos?

¿SE MUEVE ALGO EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA?

Interior de la Bolsa

          A lo largo de esta segunda semana del año, se están observando algunos indicios que parecen sugerir una mejora de la situación española frente a los mercados financieros. La tristemente famosa prima de riesgo, que parece ser la máxima preocupación de nuestro presidente Rajoy, se ha situado en 330 puntos básicos, lo que supone la mitad de los niveles alcanzados en julio pasado, cuando este índice alcanzó sus máximos históricos. Por su parte, el Tesoro ha conseguido colocar holgadamente sus últimas emisiones de bonos, comprometiéndose a pagar un 5% en los bonos a 10 años, lo que a juicio de algunos expertos es todo un éxito (todo es relativo, pienso, y a mi modestísimo juicio me sigue pareciendo una barbaridad, pero es sólo una opinión). Paralelamente, la Bolsa española está registrando estos días una tendencia alcista. En definitiva, se puede observar que el capital extranjero está volviendo en cierto modo sus ojos hacia España.

          De cualquier modo, creo que nadie debería echar aún las campanas al vuelo (como ya he observado que se han apresurado a hacer algunos medios periodísticos), puesto que está por ver si estos indicios marcan o no una tendencia sostenida en el tiempo. Además, no lo olvidemos, estos datos afectan estrictamente al mundo financiero, que gira en una órbita muy alejada de ese otro mundo, el de la economía real, en el que nos encontramos la inmensa mayoría de los ciudadanos, con nuestros problemas y fatigas cotidianos, nuestras estrecheces y nuestras perspectivas.

          Yo me pregunto que, si estamos ante una mejora o relajación de  la soga con que los mercados financieros han estado atenazando a España, en qué datos objetivos se puede fundamentar este aparente cambio de actitud. ¿Por qué hace seis meses estábamos al borde del mismísimo abismo, abocados casi inapelablemente al rescate, y ahora en cambio ese fantasma parece haberse alejado? ¿Realmente ha cambiado algo a mejor, que infunda mayor confianza y credibilidad a los grandes inversores a nivel global? Personalmente, ni lo veo ni lo percibo, tengo que confesarlo. Sospecho que, en esto de las altas finanzas internacionales y la mayor o menor credibilidad de los países, hay muchos factores etéreos y difuminados que escapan a mi humilde capacidad de detección. Repasaré, sin embargo, algunos indicadores económicos que sí están a mi alcance.

          Si atendemos al grado de cumplimiento del déficit público, observaremos que para el año 2012 se pasó sucesivamente de un compromiso inicial del 5,3% a un nuevo objetivo del 6,3%, pactado con Bruselas ya por el nuevo Gobierno, y que realmente vamos a acabar en torno al 8%, de acuerdo con los últimos datos disponibles. Por supuesto, todavía no conocemos la cifra oficial de cumplimiento, pero todo indica que los tiros van por ahí. De manera que, en un año de nuevo gobierno, con toda la cascada de recortes, ajustes, subidas de impuestos, sacrificios, reforma laboral, despidos a mansalva y demás, habremos pasado de un 9,4% a finales de 2011 a un 8% o más en 2012 (incluyendo las ayudas a la banca, en ambos casos). Sinceramente, ¿se puede considerar esta evolución como un éxito, habida cuenta del enorme precio pagado por la sociedad española en el año que acaba de finalizar?  ¿No habría, por el contrario, que considerarlo un fracaso? Recordemos que el objetivo negociado y comprometido por el Gobierno de Rajoy era del 6,3%. Lo que resulta incuestionable es que, en un contexto de recesión, impulsado precisamente por la política presupuestaria fuertemente restrictiva, el cumplimiento de los objetivos de reducción del déficit se hace más y más difícil de lograr.

          El PIB va a finalizar el año 2012 con una caída del 1,5% respecto del ejercicio anterior, y no parece que el año 2013 vaya a comportarse mejor. Según el Indice de Producción Industrial, publicado por el INE, a finales de noviembre la caída interanual era nada menos que de un 7,3%, con lo que el mencionado índice se situaba ¡a niveles de 1993! Realmente, un dato muy negativo. En cuanto al nivel de desempleo, con un paro real ya superior a los 6 millones de personas, casi mejor no hablar; no me gusta hurgar demasiado en la llaga. Por su parte, el IPC acabará el año 2012 con un incremento anual del 2,9%, un dato también muy preocupante si tenemos en cuenta el contexto de recesión y de fuerte reducción de la renta disponible y del poder adquisitivo de los españoles.

          Seguramente, la única variable macroeconómica de España que está registrando un comportamiento más favorable es el comercio exterior. En efecto, la Balanza de Pagos por Cuenta Corriente presenta en el período enero-octubre de 2012 un saldo negativo (deficitario) de 14.909,9 millones de euros,frente a una cifra también negativa de 31.659,3 millones de euros para el mismo periodo del año anterior. Ha habido una mejoría significativa, sí, pero no olvidemos el importante déficit energético que lastra desde siempre nuestra economía, y sobre el que no se está actuando con firmeza para intentar reducirlo por todos los medios (esta debería ser una prioridad indiscutible de cualquier gobierno).

          Para resumir y sacar algunas conclusiones, tal y como están las cosas en la economía real española, que es la que nos da de comer a todos, parece cuando menos extraña esta mejoría incipiente en el ámbito estrictamente financiero, aunque por supuesto bienvenida sea, si es que se confirma. Todo lo que suponga un abaratamiento de la deuda y una mayor facilidad de financiación exterior es sumamente positivo, faltaría más. Pero que nadie se apresure a ponerse «medallitas» de ninguna clase, porque, si empieza a haber indicios positivos en este terreno sería muy injusto atribuírselos al buen hacer de este Gobierno, que nos ha castigado con el mayor recorte de derechos, prestaciones y rentas del trabajo de toda la historia reciente. En todo caso, parece que ahora inspiramos más lástima a ciertos señorones de la alta política europea, como el comisario de Asuntos Económicos Olli Rehn o el presidente del Eurogrupo, Jean Claude Juncker, que se han puesto más «blanditos» y ahora empiezan a hablar de España en términos más suaves, mostrándose dispuestos a relajar nuestro grado de cumplimiento del déficit para los años venideros. ¡Qué buenos que son estos grandes prebostes, que nos relajan el castigo y nos llevan de excursión!

          Un saludo muy cordial a todos.

ARTURO FERNÁNDEZ, OTRO EMPRESARIO «EJEMPLAR»

Arturo Fdez. CEOE

          Estos últimos días hemos sabido del papel jugado por Arturo Fernández, vicepresidente de la CEOE y uno de los empresarios predilectos de la expresidenta de la Comunidad de Madrid, como consejero de Bankia. Al ser interrogado por el juez que instruye el caso de la supuesta mala gestión de esta entidad, concretamente sobre la aprobación de las cuentas del pasado ejercicio en el seno del consejo de administración, este individuo manifestó a las claras que ni se molestó en leerlas, después de que hubieran sido auditadas por la firma Deloitte. Para acabarlo de arreglar, no se cortó un pelo a la hora de declarar que se trataba de quitarse las cuentas de encima lo antes posible (¡¡??).

          Naturalmente, las reacciones de indignación no se han hecho esperar. ¿A qué puñetas iba este individuo al consejo de Bankia, aparte de a cobrar unos suculentos honorarios y salir en la foto? ¡He aquí la «excelencia» de los amiguetes de doña Esperanza Aguirre e Ignacio González! En realidad, lo único que demuestran tener es muchísima caradura, ningún escrúpulo y una ambición desmedida para ganar todo lo que se pueda en el menor tiempo posible y con el mínimo esfuerzo. A personajes como Arturo Fernández y muchos otros de su calaña no les hables de creatividad, esfuerzo, innovación, calidad y servicio al cliente, porque no te entenderían o te tomarían por imbécil. Ellos hablan otro lenguaje y sólo saben de comisiones, compraventas, tráfico de influencias, negocietes especulativos, favoritismos, soplos, pelotazos, chanchullos y despidos a la primera de cambio (cuando las cosas comienzan a pintar un poco mal, lo primero que sobra es la mano de obra, ¡naturalmente!).

          Es triste reconocerlo, pero en el mundo español de los negocios las personas bien preparadas, honestas, trabajadoras y con buena fe casi siempre son desplazadas por listillos y sinvergüenzas sin escrúpulos, incapaces der aportar nada positivo, pero sumamente hábiles a la hora de poner el cazo y repartirse el pastel. Luego, de tarde en tarde, nos obsequian con «lindezas verbales» como aquello de que hay que trabajar más y cobrar menos, como aconsejara en su día su coleguilla y compañero de fatigas en la CEOE Gerardo Díaz Ferrán, ahora procesado y encarcelado por un montón de irregularidades y delitos económicos.

           Jorge Dorribo, José María Ruiz Mateos, Francisco Correa, Gerardo Díaz Ferrán, Mario Conde, Francisco Hernando, el ya desaparecido Jesús Gil, …… y tantos otros, que conforman o han conformado una parte importante y significativa de la élite empresarial española: ¿qué se puede esperar de ellos, con esa mentalidad tan sui generis que les lleva siempre al trapicheo? ¡Qué difícil es que con individuos así, al frente de nuestras empresas,  este país salga adelante!