CRÍTICA RAZONADA A UN OPTIMISTA POCO REFLEXIVO

          Leo en la web del diario «El Mundo» (sábado 27.10.12) una entrevista a Leopoldo Abadía, con ocasión de la presentación de su último libro, que lleva por título «El economista esperanzado«. Vaya por delante que me extraña el nombre de esta última obra pues, que yo sepa, este señor no es exactamente economista de formación académica, sino ingeniero industrial, si bien es cierto que ha ejercido de profesor del IESE durante muchos años, aparte de dedicarse a la consultoría de empresas. En todo caso, podríamos considerarle algo así como un «asimilado» a la economía o adminstración de empresas, pero no economista stricto sensu. En segundo lugar, no puedo ocultar mi desconfianza hacia una persona que, por lo que parece, ha demostrado ser especialmente hábil al aprovecharse de la crisis económica que padecemos desde hace ya 5 años para sacar al mercado una serie de libritos de bastante éxito editorial, pero de dudosa profundidad didáctica, y darse a conocer en los medios como una especie de «gurú» simpático y desenfadado que desmenuza los problemas con excesiva superficialidad. Leí con interés su primer libro, el de la «Economía ninja«, pero pronto me di perfecta cuenta de que no proponía nada nuevo ni original para ayudar a la gente o al propio país a superar sus problemas y salir adelante.

          En las líneas que siguen, me propongo analizar con cierto detalle el contenido de su entrevista, comentando los aspectos que más me han llamado la atención de la misma. Prometo no alargarme mucho para no cansar al lector, aunque ya le puedo anticipar que la citada entrevista no tiene desperdicio.

1. El señor Abadía se declara firme defensor de la actual política alemana, y va aún más lejos, al asegurar que a la señora Merkel ¡¡habría que canonizarla en vida!! Pues empezamos bien, don Leopoldo. Bromas aparte, lo que está haciendo la canciller Merkel no es sino defender los intereses de las finanzas alemanas por encima de todo, imponiendo a los países del sur una receta severísima de austeridad en un periodo de tiempo demasiado corto, con el agravante de que países como España carecen de un sector productivo lo suficientemente vigoroso como para contrarrestar los efectos de los durísimos recortes a que nos obligan desde Europa.

2. Al referirse al posible rescate de España por parte de la UE, el señor Abadía se contradice francamente, como él mismo reconoce. En el libro lo apoya, pero ahora dice que ojalá no nos rescaten. Bueno, a eso lo llamo yo tener las ideas claras. Continuando con el tema, dice que le parece que el señor Rajoy está haciéndolo bien, en su papel de «gallego», esperando a ver si las reformas empiezan en algún momento a notarse y si los inversores comienzan a fiarse más de su Gobierno. Pues yo digo que mal vamos, si nos limitamos a esperar a ver si la situación mejora. El señor Abadía tiene la impresión de que vamos por el buen camino. Pues a mí, desde luego, no me valen las impresiones meramente subjetivas, sino las certezas derivadas de un pensamiento racional y basado en realidades.

3. Reconoce que los bancos lo han hecho muy mal y que son los culpables de la situación. En eso le doy toda la razón al señor Abadía. Lo que pasa es que él se queda en esa afirmación. ¿Qué pasa con la responsabilidad que habría que exigir a los gestores del sistema financiero? ¿Qué está pasando con Bankia? ¿Estaban justificados los salarios estratosféricos de presidentes, consejeros delegados y directores generales del sector financiero, que actuaron durante los años de la burbuja con semejante irresponsabilidad? El señor Abadía se refiere más adelante a la obsesión de los bancos por los objetivos y a la enorme presión que ejercen sobre los directores de oficinas, que se ven obligados a mentir, según sus propias palabras. No puedo estar más de acuerdo, pero es que los bancos siguen actuando de la misma manera, ¿sabe usted?, tanto en este aspecto como en todos los demás, menos en uno sólo: el de conceder préstamos.

4. Dice el señor Abadía que NO nos hemos vuelto más pobres, sino que antes éramos pobres apalancados (es decir, que vivíamos a crédito). En contra de su opinión, debo recordarle que sí es cierto que nos estamos volviendo más y más pobres, sobre todo desde que el señor Rajoy está en el Gobierno, aunque quizás el entrevistado aún no se haya percatado de ello. ¿Acaso no somos más pobres con las subidas del IRPF, del IVA, de los transportes, de las universidades, de la factura de la luz y de tantas y tantas cosas? ¿Realmente no somos más pobres con un desempleo que no para de aumentar, y con unos sueldos que no cesan de disminuir? ¿En qué mundo feliz vive usted, don Leopoldo?

5. Insiste el señor Abadía en una idea recurrente, en la de que se nos fue la cabeza a todos y vivimos por encima de nuestras posibilidades. Esto no me parece en absoluto acertado, es tan sólo una verdad muy parcial, y puede resultar además especialmente ofensivo e insultante para muchísima gente que ha perdido trabajo, casa y bienestar básico, no precisamente por su culpa, sino por la codicia de unos cuantos banqueros y empresarios sin escrúpulos del sector inmobiliario, y también por la incompetencia de muchos políticos. En el mismo párrafo, el señor Abadía dice textualmente: Tampoco pasa nada. Exagerando mucho, el único problema de España es el desempleo. ¡¡El único problema!! ¿Le parece poco? La frivolidad con que aborda el problema el señor Abadía me parece incluso obscena.

6. Más adelante, el entrevistado muestra su confianza plena en que, una vez saneados los bancos con la creación del «banco malo», para que éste se lleve toda la porquería (aunque no se sabe a qué precio ni quiénes lo pagarán), estará todo arreglado. Me parece una simplificación intolerable porque, si bien es cierto que el saneamiento del sector financiero es imprescindible para la recuperación de la economía, no es menos cierto que un sector tan importante como ha sido el inmobiliario en España nunca va a volver a los niveles de actividad anteriores (a no ser, claro, que nos precipitemos otra vez a una nueva e indeseable burbuja). Con ello quiero decir que existe una importante bolsa de parados (entre 2 y 3 millones de personas) provenientes de este sector que, en su gran mayoría, no parece que vayan a ocuparse en su antigua actividad.

7. Asegura el señor Abadía que el capitalismo es perfectamente correcto. Según sus propias palabras, lo ve en su calle, a la que llama Capitalism Street, donde muchos se juegan todo su capital en tiendas y bares, en proporción más que Botín, y crean empleo. Este señor se debe creer que está en el Monopoly y adopta una postura buenista e ingenua. Yo le recordaría, y siento ser un pelín desagradable, que muchos capitalistas, además de jugarse su capital, también trampean, juegan sucio, eluden impuestos, sobornan y destruyen empleo. No todos son buenos, como en su calle, señor Abadía, que casi parece sacada de un cuento infantil. Me imagino que usted creerá a pies juntillas en ese mito de la mano invisible, creado por los antiguos economistas clásicos ingleses, que tiende a equilibrarlo todo como por arte de magia, sin necesidad de que el «perverso» Estado intervenga para nada.

8. El señor Abadía equipara la economía de los estados a la de las familias y desacredita a los que, por motivos ideológicos en los que no entra, afirman lo contrario, aunque sean premios Nobel. Bueno, yo le diría que los estados son algo bastante más complejo que una familia, aunque tenga 12 hijos, como la suya. También disponen de más recursos y posibilidades de acción. El endeudamiento público y el déficit son herramientas que, sabiamente dosificadas y con arreglo a determinados límites, se utilizan normalmente por la mayoría de los estados del mundo. El problema, claro es, viene cuando los desequilibrios traspasan ciertos límites cuantitativos y/o temporales.

9. Dice el entrevistado: Si tuviéramos una país con 47 millones de personas con criterio (o sea, que se administrasen bien), seríamos riquísimos. ¡Hombre, es posible! Pero, antes de intentar «reeducar» y disciplinar a los 47 millones de españoles, ¿no le parece que sería más adecuado exigir más criterio al Gobierno, a las CC.AA., a los ayuntamientos, a las entidades de crédito, al Banco de España, etc., etc.? Vuelve a aparecer la idea subyacente en la mente de don Leopoldo de que todos los ciudadanos somos culpables y responsables de la crisis.

10. El señor Abadía da por supuesta la honradez de todos los políticos, de la misma manera que se supone que todos los jugadores del Real Madrid tienen que saber jugar al fútbol. Es un punto de vista demasiado ingenuo, puesto que la realidad nos está demostrando lo contrario en demasiados casos. Hay muchos corruptos y muchos sinvergüenzas (Gürtel, caso Palma Arena, ERE’s fraudulentos…) y, por encima de todo, señor Abadía, hay muchísima mentira. Sin ir más lejos, el Partido Popular ha llegado al poder engañando como bellacos a más de media España, cuando tanto alardeaban de que con ellos llegaría la confianza, la recuperación y el empleo.

11. Al final de la entrevista, Leopoldo Abadía menciona el tema de las autonomías y se muestra firmemente partidario de reexaminarlas y modificarlas, incluso a costa de despedir a todos los que sobren. Mire usted, entiendo que es imprescindible buscar la austeridad, en el sentido de evitar el despilfarro, reducir gastos generales, eliminar duplicidades, etc., pero despedir gente debería ser lo último de lo último, más que nada porque se trata de personas y de familias, que se han ganado su derecho a vivir dignamente, a menudo después de una dura oposición y de muchos esfuerzos personales. Dice el señor Abadía: Prefiero pagar el subsidio de desempleo un tiempo antes que pagar un sueldo falso toda la vida. De cara a Europa, si les dices «he echado a éstos, éstos y éstos por eso», aunque suba la tasa de desempleo, te baja la prima de riesgo. Ante semejante frivolidad y falta de humanidad, sólo quisiera preguntarle si tendría el mismo coraje de hacer estas mismas afirmaciones en persona a los colectivos de funcionarios e interinos afectados por los recortes actuales o futuros.

          Don Leopoldo, para finalizar esta crítica del modo más constructivo posible, yo le aconsejaría que no frivolice más con temas tan serios, se vaya de una vez a disfrutar de su retiro dorado en «San Quirico», y deje los asuntos económicos, la macroeconomía de verdad, en manos de personas más preparadas y más responsables.

          Le envió mi más atento saludo.

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