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PROGRAMADOS PARA LA RIÑA

            Miércoles, día 10 de octubre de 2012. Madrid, Congreso de los Diputados. Tiene lugar una sesión de control al Gobierno. La portavoz del grupo socialista, Soraya Rodríguez, pregunta al Gobierno si no se sienten responsables del grave empeoramiento de nuestras perspectivas económicas, a juzgar por las últimas previsiones del FMI sobre la evolución de nuestro PIB, al que se atribuye una caída del 1.3% para 2013, lo cual arroja de hecho un jarro de agua fría sobre la credibilidad del proyecto de presupuestos que acaba de presentar el propio Gobierno. Respuesta de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría:

            – «Dice usted si este Gobierno se siente responsable. ¿Y el suyo, señoría?»- Justo a continuación, la vicepresidenta se lanza a un ataque contra las políticas practicadas por el gobierno de Jose Luis Rodríguez Zapatero, tildándolas de puro despilfarro, para finalizar espetando a la portavoz socialista que ellos (el PSOE) no tienen legitimidad para reclamar aquello que recortaron, refiriéndose al mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones.

            En resumen, a una pregunta -incómoda, pero justa y razonable- de la oposición, la señora Sáenz de Santamaría no sólo no responde, a lo que estaba obligada ante la Cámara, sino que despliega un ataque furibundo contra el gobierno anterior y contra el grupo parlamentario que lo sustentaba. No conforme con eso, les niega además toda legitimidad (¡?) para reclamar que se mantengan ciertos derechos sociales, olvidando que el grupo que ahora ocupa los escaños de la oposición sigue representando a siete millones de españoles y que, por consiguiente, tiene todo el derecho del mundo para interpelar al Gobierno en todos los asuntos de interés general sobre los que considere necesario preguntar.

            No voy ahora a entrar en cuestiones económicas o técnicas sobre los presupuestos, ni sobre las previsiones del FMI, ni sobre la pésima situación de nuestra economía, ni sobre las pensiones. Lo que me interesa subrayar aquí es que la bronca continúa instalada en el Congreso. Las riñas, las invectivas, las descalificaciones y los reproches siguen siendo lo más característico de nuestras sesiones parlamentarias. No hay debate propiamente dicho, ni se esgrimen datos ni argumentos más o menos bien construidos y razonados. Se pregunta por algo y, a cambio, se recibe un insulto por toda respuesta. Donde debiera haber un debate de cierta altura, sólo nos topamos con una riña propia de un patio de colegio, como ya hemos comprobado hasta la náusea una y otra vez.

            ¿Para esto elegimos los españoles a nuestros más altos representantes políticos? ¿Cómo es posible que éstos se escandalicen ante un hecho tan constatable como la gran desafección de los ciudadanos hacia nuestra clase política en general? ¡Si nos lo están sirviendo en bandeja cada día! Cuando discuten entre sí, o bien cuando hacen declaraciones ante los medios, se tratan unos a otros como enemigos, sin ahorrar esfuerzos para ridiculizar al contrario. El espectáculo es desalentador y deprimente. Y, por desgracia, los propios medios contribuyen muy a menudo a proyectar sobre la ciudadanía esta triste imagen de confrontación continuada.

            Hay que decir alto y claro que estamos hartos de este maldito juego. En un momento tan sumamente crítico como el actual, es imprescindible un entendimiento y un gran pacto de Estado entre todas las fuerzas políticas, y no me refiero sólo al PP y al PSOE, con el fin de sentar las bases de una estabilidad y un crecimiento sostenido y sostenible, que evite seguir profundizando en esta gravísima recesión. Está en juego nada menos que nuestro futuro y nuestra supervivencia como sociedad. Exigimos respeto, leal colaboración y soluciones. ¿Es mucho pedir?