RECUERDO DE UNA VIEJA ESTACIÓN

Estación de Goya - preparada

          Existía en Madrid una pequeña y encantadora estación de tren, llamada de Goya, que se alzaba en la margen derecha del río Manzanares, cerca del puente de Segovia, concretamente en la confluencia de las calles Saavedra Fajardo y Juan Tornero. Esta estación término, desaparecida desde principios de los años setenta, era la cabecera de un modesto ferrocarril de vía estrecha que, partiendo de Madrid, se dirigía hacia el Oeste de la provincia y, en su momento de mayor desarrollo, llegó hasta Almorox, ya en tierras toledanas (de ahí tomó el nombre de F.C. de Madrid a Almorox). Según parece, la idea inicial de los promotores fue la de alcanzar Talavera de la Reina, enlazando allí con la línea férrea de vía ancha del antiguo F.C. de Madrid a Cáceres y Portugal (luego Compañía del Oeste). Las limitaciones económicas y el escaso tráfico generado en sus primeros años de existencia impidieron continuar con el desarrollo de este pequeño tren. Años más tarde, durante la República Española, se gestó la idea de construir un largo ramal, que partiera desde la estación de Villamanta, en un punto medio cercano al río Alberche, y alcanzase Aldea del Fresno, San Martín de Valdeiglesias y, finalmente, Arenas de San Pedro. Este ambicioso proyecto, al que se conocía con el nombre de F.C. al Valle del Tiétar, tampoco se pudo llevar a cabo, pese a las buenas intenciones de los responsables de obras públicas, tanto durante la República como después, durante la larga y durísima postguerra que sucedió a la Guerra Civil, ante la evidente falta de recursos económicos. Una verdadera lástima, pues era éste, sin duda, un plan interesante, que hubiese dotado de este medio de transporte a una extensa región al sur de la cordillera central que carecía de él por completo.

          Pero hablemos ahora de la estación de Goya, a la que me refería al principio. ¿Por qué se llamaba así? El nombre lo recibió porque en sus inmediaciones estuvo tiempo atrás la famosa Quinta del Sordo, adquirida en su momento (1819) por el genial pintor aragonés, Francisco de Goya y Lucientes, cuando ya contaba con una edad bastante avanzada. En ella vivió unos pocos años, antes de exiliarse a Francia por voluntad propia, pues su condición de liberal (en el sentido positivo y estricto del término, muy diferente desde luego al que en estos tiempos actuales se le atribuye) y entusiasta de la Constitución de 1812 le hacía ser muy mal visto por el entorno más retrógrado y pro-absolutista que rodeaba al monarca, Fernando VII. Durante esos años, entre 1820 y 1823, prácticamente retirado de la vida pública madrileña y aquejado de su fuerte sordera, Goya pintó en dicha quinta su famosa colección de «pinturas negras», así como la serie de los Disparates. La denominación de la estación fue, pues, un homenaje al que seguramente ha sido el pintor más extraordinario de nuestra historia.

          Conocí esta estación a finales de los lejanos años sesenta, cuando cursaba estudios de Bachillerato Superior y empezaba a sentirme fuertemente atraído por el mundo de los trenes, del que siempre he sido muy aficionado. En aquel momento, la estación aún tenía actividad ferroviaria, aunque ésta era ya muy limitada, pues se reducía a un escueto servicio de viajeros entre Madrid y Navalcarnero, con muy poco tráfico, la verdad. El resto de la línea férrea, desde Navalcarnero hasta Villa del Prado y Almorox, se encontraba ya desmantelado y clausurado, y tampoco se prestaba ya servicio alguno de mercancías. El ferrocarril en cuestión estaba bajo la tutela del Estado y era administrado por el organismo público FEVE (FF.CC. de Vía Estrecha). Aunque yo lo ignoraba, porque era demasiado joven para ello, las circunstancias hacían ya presagiar su triste final, al igual que fue ocurriendo con otros muchos pequeños trenes de vía estrecha (métrica en su mayoría) que salpicaban casi toda la geografía española.

          Tengo que decir que la pequeña estación me cautivó desde el primer momento. Poseía un enorme atractivo. He visto pocas estaciones con mayor encanto decimonónico que ésta. En primer término, antes del edificio de viajeros, disponía de un pequeño jardín con una fuente de piedra en su centro, y rodeado de una verja de hierro. Es cierto que se encontraba algo descuidado, pero quizás precisamente por ello resultaba muy sugestivo. La terminal de viajeros guardaba mucha similitud con otras estaciones mayores de la misma época, pero todo era en miniatura. Constaba de dos pequeñas edificaciones gemelas dispuestas en paralelo a ambos lados de las vías, y estaban unidas en su parte superior por una reducida marquesina metálica, bajo la que se cobijaban las dos únicas vías destinadas al servicio de pasajeros, naturalmente con sus toperas de final de vía correspondientes. Era como una diminuta y encantadora estación de juguete. Más allá se extendía la playa de vías y el resto de las instalaciones, esto es, el edificio de almacenamiento de mercancías y su muelle de carga y descarga, los talleres para la reparación del material motor y móvil, así como, ya muy cerca de la salida de la estación, una plataforma giratoria y un depósito semicircular para las locomotoras y los automotores. También había, y esto me llamó mucho la atención, un modesto edificio destinado a viviendas del personal de la estación, curiosamente situado en medio del haz de vías. La única vía de salida de la estación disponía de una verja metálica, que me imagino se cerraría de noche, una vez acabado el último servicio de la jornada. Aunque las instalaciones en general no podían ocultar su antigüedad y el paso del tiempo, el conjunto estaba bastante ordenado y pulcro, lo que decía mucho en favor del personal encargado.

          Tanto en aquella ocasión de mi primera visita en solitario, como en sucesivas veces en las que acudí de nuevo a la pequeña estación de Goya, normalmente acompañado de amigos, compañeros de colegio con quienes compartía mi afición, siempre pude deambular libremente por todo el recinto y curiosearlo todo, sin que nadie me llamara la atención. Una vez, nos sorprendió ver varios vagones de mercancías estacionados en una de las vías, rotulados con siglas de una compañía de ferrocarriles norteamericana (¡?), y es que, según nos informamos luego, el tren de Almorox se había utilizado, no una sino varias veces, para rodar películas (entre ellas, «100 rifles«, en la que aparecía nada menos que Raquel Welch; ¡lo que yo hubiera dado por presenciar el rodaje de alguna de sus escenas, con la espectacular protagonista de «Hace un millón de años«!).  En un par de ocasiones, incluso llegamos a viajar por la línea en sus automotores Diesel. Una de las veces, hice el recorrido completo, desde Madrid a Navalcarnero y regreso, a bordo de un MAN, un automotor muy atractivo, procedente del antiguo F.C. Ceuta – Tetuán, pintado en rojo y crema y que tenía los dos testeros ligeramente aerodinámicos (el F.C. de Almorox disponía de dos unidades de esta clase). En otro momento, un buen amigo y yo viajamos desde el apeadero de Cuatro Vientos, a donde habíamos ido a echar un vistazo por el aeródromo, hasta la estación término de Goya, en otro automotor, probablemente un Billard; recuerdo que fuimos junto al puesto del conductor, que carecía de cabina, como si de un autobús se tratara, y pudimos ir contemplando durante todo el trayecto la vía iluminada ante nosotros por el foco delantero del tren, puesto que ya era de noche. Fueron pequeñas experiencias, pero muy emocionantes, irrepetibles y que quedaron hace ya mucho para el recuerdo. Resultaba llamativo el acusado balanceo lateral de todos estos vehículos al rodar por la vía, debido al no muy buen estado de la misma y a la mayor inestabilidad que proporciona en general la vía estrecha, de ancho métrico en este caso.

          Siempre he lamentado muy de veras no haber fotografiado todo aquello, la susodicha estación de Goya, el material rodante, detalles del trazado, apeaderos, etc. Podría haberlo hecho a placer en muchas ocasiones, pues tiempo y oportunidades tuve de sobra. El ser todavía un chaval y carecer de visión de futuro explican este error garrafal, del que siempre me he culpado. Un día, cuando por fin me decidí a llevar conmigo la cámara de fotos, en octubre o noviembre de 1970, el pequeño ferrocarril ya había sufrido el cierre definitivo (que había tenido lugar el día uno de julio de aquel mismo año), y las vías se encontraban ya levantadas. Habían transcurrido 79 años desde su inauguración, allá en 1891. Fue sin duda un amargo descubrimiento, que me llenó de tristeza y nostalgia. Sólo pude sacar la foto con la que encabezo este artículo, en la que se puede ver la terminal de viajeros desde el jardincillo al que me refería más arriba. Pese al contratiempo, pienso que de alguna manera acerté a inmortalizar parte del romanticismo que se desprendía de esta preciosa y encantadora estación madrileña.

FC Almorox - A

      Composición de viajeros, formada por una pequeña locomotora de vapor Krauss 030 y varios coches de madera. El tren acaba de salir de la estación de Goya y remonta afanosamente la primera rampa del recorrido (actualmente, la calle Sepúlveda).

FC Almorox - B

 
 
 Depósito semicircular de locomotoras, con su plataforma giratoria en primer término. A la izquierda de la vieja locomotora-ténder 141 se estaciona un automotor Diesel Ferrostaal.

FC Almorox - C

   
 
 
      Automotor MAN, estacionado bajo la marquesina de la estación de Goya. En una de las dos unidades de este tipo existentes tuve ocasión de viajar y hacer el recorrido completo de la línea. 

FC Almorox - D

 
 
 
 
        Automotor Diesel Ferrostaal, en un punto no identificado del recorrido final de la línea. La vía está casi desaparecida por los hierbajos que invaden la infraestructura.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

NOTAS FINALES:

1) Este artículo está extractado del capítulo IV – El F.C. de Madrid a Almorox, de mi libro MIS RECUERDOS FERROVIARIOS, finalmente publicado ya (desde enero de 2017) en formato de libro electrónico. A continuación dejo el enlace del mismo, para cualquiera que pudiera estar interesado en leerlo:

http://www.amazon.es/MIS-RECUERDOS-FERROVIARIOS-sentimental-ferrocarril-ebook/dp/B01MR69S9P

2) Para saber mucho más sobre el F.C. de Madrid a Almorox, me permito recomendar la obra titulada «Viaje al pasado a través de la línea Madrid – Almorox«, de Gustavo Vieites Brignolo (Ediciones Amberley). Se trata de un texto muy cuidado y con profusión de antiguas fotografías, que ilustran muy bien la historia de esta entrañable línea férrea madrileña. Se nota un especial cariño en este trabajo, por lo que desde aquí felicito sinceramente a su autor.

3)  Las restantes fotos que acompañan a este artículo evidentemente no son mías, sino que están extraídas de artículos aparecidos en revistas especializadas, y que he considerado muy valiosas para revivir el espíritu de este pequeño ferrocarril en la imaginación del lector.

6 responses to this post.

  1. Posted by Luis Dominguez on 18 diciembre, 2015 at 13:16

    En los automotores Man he tenido la suerte de viajar en varias ocasiones cuando la linea Ceuta-Tetuan estaba operativa sobre los años 50 aprox.

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  2. Posted by Rafael Ramirez on 19 abril, 2017 at 20:23

    Hola, que maravillosos recuerdos cuando, siendo un chaval, viajábamos los domingos al río Alberche para bañarnos y pasar el día en el campo, incluso tuvimos un domingo que empujar vagones por avería de la máquina. Pero no sólo el tren me trae recuerdos también la estación de Goya donde pasé muchas tardes jugando entre los trenes mientras mi padre trabajaba en la oficina, si bien no faltaron tardes en las que cambió el traje por el mono azul y se puso a reparar alguna máquina Diesel, sabía de todo, era genial. Todavía conservo varios faroles y diverso material que adquirimos cuando se desmanteló la Estación (entre estos figura un telégrafo Breguet). Me gustaría poder leer el libro en cuestión. Gracias.

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    • ¡Hola! Me alegro muchísimo de coincidir aquí con alguien tan vinculado sentimentalmente a la estación de Goya y al F.C. de Madrid a Almorox. ¡Nada menos que el hijo de un ferroviario que trabajó precisamente en esa línea! No sabe lo que agradezco el comentario y el hecho de compartir recuerdos y sentimientos en torno a ese pequeño y entrañable ferrocarril. Por mi parte, tengo la satisfacción de informarle que mi proyecto de libro ya es una realidad, puesto que hace pocos meses lo he publicado finalmente en la plataforma Kindle de Amazon, en formato de libro electrónico. Aquí le dejo el enlace:
      http://www.amazon.es/MIS-RECUERDOS-FERROVIARIOS-sentimental-ferrocarril-ebook/dp/B01MR69S9P
      Un saludo muy cordial y, si se decide a leer el libro, aguardaré con ilusión sus impresiones.

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  3. Posted by Santiago de Juana on 21 abril, 2017 at 16:01

    Hola me ha dado mucha alegría ver la estación .Mi abuelo Félipe de JuAna .trabajo en esa estación .creo qué de cerrajero

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  4. Posted by ÓSCAR RAÚL BEDIA PÉREZ on 23 enero, 2018 at 12:07

    Que gran testimonio sobre esta antiguo recorrido ferroviario.
    Mi abuelo, sobre los años 50/60, realizó muchas veces el recorrido hasta Aldea del Fresno (tenía una pequeña casita de veraneo), contándome que les daba tiempo a bajarse del tren (primer vagón), coger uvas entre Navalcarnero y Villamanta, y volver a subir en el último. Solía hablar de que por aquella época, el tren le dejaba por las huertas al lado ddl río, cerca de donde un vecino nuestro tenía una especie de cantina (quiosco del «Boni»).
    La vida ha querido que el nieto del «Bigotes», como se le conocía a mi abuelo, haya acabado viviendo en ese municipio, volviendo a recordar con gran nostalgia esas viejas historias.
    Muchas gracias por mantener viva la ilusión por los trenes, y ojalá pudiera recuperarse tanto la línea a Almorox/Talavera como el ramal hacia el Valle del Tiétar (por cierto, siendo yo un chaval un paisano del pueblo afirmaba que nunca llegó a pasar el tren por dicho ramal, ya que el apoyo de los terratenientes a Franco en la Guerra Civil, tuvo como contraprestación que el ferrocarril no cruzara sus fincas…)

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    • Agradezco muy de veras su comentario, lleno de recuerdos y nostalgia. Es agradable compartir pequeñas y entrañables historias en torno a este modesto ferrocarril. En España, por desgracia, son muchas las pequeñas líneas de tren que han desaparecido de forma prematura, no sólo por razones exclusivamente económicas y de mera rentabilidad, sino también por falta de voluntad política para conservarlas, mejorarlas y dotarlas de un mayor protagonismo en la vida de las comarcas y sus gentes. Un saludo muy afectuoso, Öscar.

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