
José Múgica, ex-presidente de Uruguay (periodo 2010-15), y Manuela Carmena, actual alcaldesa de Madrid.
Hace dos o tres días, el diario El País insertaba en su página web un artículo en el que se formulaba en parecidos términos la pregunta que da título a este post, y procedía a trasladar esta cuestión a diversas personas más o menos destacadas de la izquierda española. Tengo para mí la sospecha -es una opinión personal- de que la intención del artículo no era demasiado benévola ni sincera, habida cuenta de la deriva que ha experimentado el citado medio de comunicación desde no hace mucho tiempo, con una línea editorial claramente escorada hacia el centro derecha y las posiciones neoliberales. Incluso la propia redacción del texto parecía pretender destacar una vacilación en los propios entrevistados ante una pregunta tan directa, con el objetivo de poner el foco en las posibles contradicciones e inconsistencias de quienes dicen considerarse claramente de izquierdas.
Por lo que a mí respecta, no voy a entrar a analizar las diferentes respuestas que dieron a la periodista los personajes mencionados en el artículo. Allá cada uno con su interpretación y sus ideas y sentimientos. Pero me voy a colocar en el lugar de un posible entrevistado y voy a exponer la que hubiera sido mi respuesta, que por otra parte no me parece demasiado difícil. Allá va:
I – Lo primero de todo, un hombre o una mujer de izquierdas es, esencialmente, alguien con capacidad de crítica objetiva y de profundización en las cuestiones y problemas sociales y económicos.
II – Es también alguien con un desarrollado sentido de la justicia social, que siempre simpatizará con todo lo que signifique un reparto más equitativo de la riqueza, lo que conlleva inequívocamente definir un sistema tributario justo y progresivo.
III – Asimismo, se trata de una persona que cree en la igualdad de oportunidades y que luchará por unas condiciones mínimas de bienestar para los más desfavorecidos.
IV – Del mismo modo, es alguien intelectualmente inquieto, amante de la cultura y la educación, y que se preocupará en todo momento por buscar y/o apoyar (según su responsabilidad) las mejores soluciones a los diferentes problemas que afecten a la sociedad. Por descontado, nunca pensará en aprovecharse ruinmente de los demás (muy en especial cuando se trate de los recursos públicos), para lucrarse en beneficio propio.
V – Una persona de izquierdas cree y confía en el sector público, porque éste es el único que puede garantizar el bien común y satisfacer de verdad muchas de las necesidades de la población. Ello no significa en modo alguno denostar ni arrinconar al sector privado, de enorme importancia e imprescindible también en el desarrollo de la economía, el comercio y la industria. Pero el papel del Estado como árbitro y regulador del conjunto del sistema ha de estar siempre fuera de toda duda.
En fin, con estas pinceladas, me parece que queda bastante bien definida una auténtica personalidad de izquierdas, y ello sirve tanto en nuestro entorno más inmediato, en España, como en Europa y el resto del mundo.
Quisiera añadir un comentario final. Una mujer o un hombre de izquierdas pueden perfectamente ser también elegantes en su comportamiento, en sus formas e incluso en su aspecto externo. No tiene por qué haber conflicto alguno entre la educación y las buenas maneras, de un lado, y el hecho de hacer gala de una sincera ideología de izquierdas, de otro lado. Quiere esto decir que la torpeza, la grosería, los malos modos, el lenguaje chabacano o el aspecto desaliñado e indecoroso nunca deben confundirse con una personalidad de izquierdas. Podría pensarse que ésta es una cuestión accesoria, pero creo que mucha gente todavía alberga unas ideas bastante equivocadas al respecto, tanto desde el seno de la propia izquierda como desde otras perspectivas sociales e ideológicas.