Sabemos que una de las primeras medidas de ajuste acordadas por el nuevo Gobierno fue la decisión de reducir en 200 millones de euros el presupuesto de RTVE. y, como consecuencia de ello, sabemos también que el Ente Público se está planteando la posibilidad de suprimir de la programación series de ficción como Águila Roja o Cuéntame, si bien aún no ha adoptado una decisión definitiva.
No voy a entrar aquí en las verdaderas intenciones del Gobierno en lo que se refiere al futuro de la Televisión Pública. Es éste un tema particularmente sensible, que está levantando no poca suspicacia y muchos temores, pero no es mi intención abordarlo, de momento. Sencillamente, lo que quiero ahora es reflexionar un poco sobre los graves perjuicios que conllevaría tal decisión, en caso de que al final fuera inevitable.
Las dos series mencionadas son, justamente, unas de las que cuentan con los mayores seguimiento y aceptación por parte del público. Águila Roja ha venido registrando un share promedio del 30%, lo que se traduce en más de 6 millones de telespectadores de media por capítulo, datos que la convierten en la serie de ficción favorita del público. Por su parte, Cuéntame llega a superar el 25% de share y máximos en torno a los 5 millones de espectadores, lleva 10 años en pantalla y ha obtenido numerosos galardones. Ambas producciones gustan, indudablemente, son adecuadas para todos los públicos, y entretienen, algo que, lejos de parecer banal, tiene mucha importancia, puesto que contribuyen a que la gente se evada y distraiga al final de la jornada, olvidándose durante un buen rato de casi todos los problemas que nos acechan y agobian: inseguridad laboral, desempleo, hipotecas, bombardeo de malas noticias en los medios, etc. ¿Vamos a permitir que nos arrebaten una de las pocas válvulas de escape que nos van quedando?
La producción nacional de series de ficción ha experimentado una gran mejora y un desarrollo espectacular a lo largo de los útlimos años, si partimos de la época de Farmacia de guardia o Médico de familia. Sin entrar en la temática ni en el mayor o menor grado de realismo o fantasía que caracteriza a las distintas series, bastante variados para satisfacer gustos diferentes del público, el hecho objetivo es que ha habido un gran progreso en lo que se refiere a la realización técnica, con numerosas escenas de exteriores y de acción bien resueltas. Por otra parte, la producción de series da trabajo a muchos profesionales, no sólo los que actúan frente a las cámaras, sino a mucha gente que está detrás: personal de producción, asesores, cámaras, iluminadores, responsables de vestuario y decoración, expertos en post-producción y un largo etcétera. Se trata de un trabajo colectivo que requiere mucha profesionalidad.
En fin, sería muy lamentable que, por causa de la tijera presupuestaria, perdiésemos series de ficción como las que menciono aquí expresamente u otras que figuran en la parrilla televisiva, máxime cuando, según hemos podido saber estos últimos días, existe la pretensión por parte del Gobierno de apoyar económicamente otras manifestaciones «culturales», bastante más minoritarias y que incluso provocan el rechazo directo de amplios sectores de la población. Me refiero, naturalmente, a las corridas de toros, que el actual ministro de Educación y Cultura, señor Wert, tiene intención de fomentar y «poner en valor» (¡cómo les gusta esta expresión!). Sería un gran contrasentido actuar así, además de una prueba palpable de ir en contra de los tiempos. ¿Será que el nuevo Gobierno tiene añoranza de la España cañí, de charanga y pandereta, sol, playa y toros?
Un cordial saludo, amigo/a lector/a.